La tragedia ha golpeado a la comunidad de Otáez, Durango, dejando un vacío desgarrador y una angustiosa incertidumbre. La noche del martes 26 de agosto, dos hermanos, jóvenes llenos de vida, se enfrentaron a la furia implacable de la naturaleza. Un arroyo, normalmente tranquilo, se había convertido en un torrente embravecido por las lluvias torrenciales. A bordo de su motocicleta, intentaron desafiar la corriente de la quebrada de San Marcos, una decisión que tendría consecuencias devastadoras.

El rugido del agua, la fuerza implacable de la corriente, los arrastró sin piedad. Uno de los hermanos, un adolescente de apenas 14 años, fue encontrado sin vida tras una intensa búsqueda que mantuvo en vilo a toda la comunidad. Su cuerpo, recuperado por los equipos de rescate, fue entregado a las autoridades competentes, una imagen que ha conmovido profundamente a los habitantes de Otáez, quienes se preguntan cómo una noche lluviosa pudo transformarse en una pesadilla.

La angustia se multiplica con la incertidumbre sobre el paradero del otro hermano, un joven de 16 años. La esperanza se aferra a la incansable labor de los equipos de rescate, que trabajan contrarreloj en un operativo de búsqueda sin precedentes. Helicópteros y drones sobrevuelan la zona, sus ojos electrónicos escudriñando cada rincón, cada recodo del arroyo. Brigadas terrestres, compuestas por personal especializado y voluntarios de las comunidades cercanas – San Marcos, Cieneguita, Banome, Zapotes – recorren palmo a palmo las áreas accesibles, unidos por la solidaridad y la esperanza de encontrarlo con vida.

La tarea se complica por las condiciones adversas. La profundidad de la quebrada, la densa vegetación que la rodea, la geología accidentada del terreno, son obstáculos que dificultan el avance de los rescatistas. Sin embargo, la determinación es firme, las labores continuarán de manera ininterrumpida hasta que el joven sea encontrado.

Este lamentable suceso nos recuerda la fuerza impredecible de la naturaleza y la importancia de la prevención. Protección Civil hace un llamado urgente a la población a no arriesgar sus vidas intentando cruzar ríos o arroyos crecidos durante la temporada de lluvias. La fuerza del agua, a menudo subestimada, puede arrastrar vehículos e incluso a personas con una facilidad aterradora. La prudencia es fundamental para evitar tragedias como esta que enlutan a familias y comunidades enteras.

La espera se hace eterna en Otáez. La comunidad se mantiene en vilo, esperando noticias, aferrándose a la esperanza. Cada minuto que pasa aumenta la angustia, pero también la determinación de encontrar al joven desaparecido. La solidaridad se palpa en el ambiente, en cada gesto de apoyo, en cada palabra de aliento. Otáez está unido en el dolor y la esperanza. La búsqueda continúa.