
29 de agosto de 2025 a las 09:45
¿Quién perderá? La gran final.
La turbulenta despedida de Gerardo Fernández Noroña de la presidencia de la Mesa Directiva del Senado ha dejado un reguero de pólvora y una estela de controversias que lo pintan, no como el aguerrido luchador social que pretende ser, sino como el gran perdedor de la contienda. Su estrategia, marcada por la censura y la violencia, lejos de fortalecer su imagen, ha cavado un profundo foso entre él y sus propios compañeros de Morena.
El contraste con su sucesora, la senadora Laura Itzel Castillo, hija del icónico Heberto Castillo, no podría ser más abismal. Mientras Noroña se despide entre acusaciones de autoritarismo y agresiones, Castillo llega precedida por una reputación de diálogo y respeto. Esta diferencia, tan marcada, ha generado un suspiro de alivio dentro de las filas morenistas, quienes veían con creciente preocupación la escalada de confrontaciones protagonizadas por Noroña.
Es inevitable recordar el incidente de 2019, cuando Noroña lanzó graves acusaciones contra la entonces diputada Adriana Dávila, señalándola de estar involucrada en trata de personas. Aquel episodio, lejos de quedar en el olvido, regresa ahora como un boomerang, recordándole la importancia de la prudencia y la responsabilidad al momento de emitir juicios. Las palabras de Dávila, "antes de hacer una acusación, cualquier persona, pero sobre todo quienes estamos en política, debemos pensar muy bien lo que decimos, porque las palabras lastiman no sólo políticamente, sino a nivel familiar”, resuenan con especial fuerza en este contexto. ¿Habrá reflexionado Noroña sobre la profundidad de estas palabras? ¿Habrá considerado el daño que sus propias acciones han infligido?
La actitud de Noroña, marcada por la provocación y la agresividad, no se limita a un solo incidente. En 2021, durante la comparecencia del entonces secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, Noroña protagonizó otro episodio lamentable, dirigiendo un gesto obsceno a la diputada panista Annia Sarahí Gómez. Este patrón de comportamiento, donde las mujeres parecen ser el blanco predilecto de sus ataques, ha generado un profundo malestar y ha contribuido a la imagen negativa que hoy lo persigue.
La confrontación con Alejandro Moreno Cárdenas, dirigente nacional del PRI, marcó el punto culminante de esta espiral descendente. Lejos de salir victorioso, Noroña fue puesto en jaque, evidenciando la fragilidad de su estrategia y la falta de apoyo real dentro de su propio partido. El silencio cómplice de muchos de sus compañeros de Morena, e incluso la satisfacción manifestada por algunos, hablan por sí solos.
La pregunta que queda flotando en el aire es: ¿aprenderá Noroña de esta experiencia? ¿Rectificará su rumbo? ¿O persistirá en su camino de confrontación, aislándose cada vez más del resto del espectro político? El tiempo lo dirá. Lo cierto es que, por ahora, Gerardo Fernández Noroña se perfila como el gran perdedor de esta batalla, habiendo cosechado más enemigos que aliados y dejando tras de sí una imagen empañada por la controversia. Su futuro político, sin duda, se presenta incierto y lleno de desafíos. La sombra de sus propias acciones lo persigue, y la pregunta sigue en el aire: ¿será capaz de superar este momento y reconstruir su imagen?
Fuente: El Heraldo de México