
29 de agosto de 2025 a las 15:15
Ibero 79: El temblor que marcó una generación
La memoria sísmica de México es una cicatriz imborrable en el tejido nacional. Mucho se habla del 85, del 2017, fechas grabadas a fuego en la memoria colectiva. Pero hay otros temblores, igual de potentes, cuyas historias permanecen en la penumbra, esperando ser rescatadas del olvido. Uno de ellos es el sismo del 14 de marzo de 1979, un evento que, aunque menos mediático, marcó un antes y un después en la historia de la Universidad Iberoamericana, una institución emblemática del país.
Imaginen la escena: la Ciudad de México, aún envuelta en la quietud de la madrugada, es sacudida violentamente a las 5:07 am. Un terremoto de magnitud 7.6, con epicentro en las costas de Guerrero, desata el pánico. En la Ibero, ubicada entonces en la colonia Campestre Churubusco, la tierra ruge con furia. Edificios administrativos, aulas, el taller de arquitectura, todo se estremece. La suerte, sin embargo, está del lado de la comunidad universitaria: la hora temprana evita una tragedia. No hay víctimas mortales, ni siquiera heridos. Pero el daño material es considerable.
Este evento, que pasó a la historia como "El Temblor de la Ibero", dejó una huella profunda en la institución. Cinco edificios colapsaron total o parcialmente, obligando a suspender las actividades académicas durante una semana. La incertidumbre se apoderó de estudiantes y profesores. ¿Dónde continuarían las clases? La solidaridad se hizo presente. El Instituto Politécnico Nacional (IPN), en un gesto admirable, ofreció sus instalaciones en la ESIME Culhuacán para albergar a los alumnos de licenciatura. El Colegio de Ingenieros Civiles de México y el Instituto Cultural también abrieron sus puertas para los programas de posgrado.
Dentro de la propia Ibero, la biblioteca y otros espacios que resistieron el embate del sismo se convirtieron en improvisadas aulas. La comunidad universitaria, con una resiliencia admirable, se adaptó a las circunstancias. Meses después, como un ave fénix resurgiendo de las cenizas, se inauguraron los "gallineros", aulas prefabricadas que simbolizaban la esperanza y la determinación de seguir adelante.
Pero "El Temblor de la Ibero" no solo fue un episodio de destrucción, sino también una oportunidad para la reconstrucción y el crecimiento. El Patronato Fomento de Investigación y Cultura Superior A.C. (FICSAC) jugó un papel crucial en la adquisición de terrenos en Santa Fe, donde años más tarde, en 1988, se inauguró el nuevo campus, un símbolo de la perseverancia y la visión de futuro.
El sismo también puso de manifiesto la importancia de preservar la memoria histórica. Archivos valiosos, como la Colección Porfirio Díaz, fueron rescatados de entre los escombros, dando origen en 1982 al Área de Acervos Históricos de la universidad.
Si bien la Ibero fue el epicentro simbólico de este terremoto, las consecuencias se extendieron por toda la ciudad. La Chaveta, Guerrero, la localidad más cercana al epicentro, sufrió graves daños. En la capital, la ruptura del acueducto de Xochimilco dejó sin agua a varias colonias durante 48 horas. Edificios en el Centro Histórico, la Roma y la Tabacalera también resultaron afectados. El 14 de marzo de 1979 no fue solo el día del "Temblor de la Ibero", sino el día en que la tierra rugió y México, una vez más, demostró su capacidad de levantarse y reconstruir. Una historia que, aunque menos conocida, merece ser recordada.
Fuente: El Heraldo de México