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29 de agosto de 2025 a las 09:25

Europa calla ante Gaza

La tragedia que se despliega en Gaza nos obliga a una profunda introspección, una mirada incómoda al espejo de nuestros valores. Europa, cuna de los derechos humanos, presencia atónita un genocidio que sus propias instituciones se comprometieron a prevenir. ¿Cómo hemos llegado a este punto de parálisis, donde las palabras de la Corte Penal Internacional, las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU y los informes de las ONG se pierden en el vacío? La respuesta, aunque dolorosa, es evidente: la geopolítica, la seguridad energética y los intereses económicos han silenciado la voz de la conciencia.

El caso de Alemania, suspendiendo la exportación de armas a Israel "hasta nuevo aviso", ilustra la ambigüedad que caracteriza la respuesta europea. Si bien es un gesto simbólico importante, la cautela en su formulación deja entrever la reticencia a tomar medidas contundentes que puedan afectar las relaciones bilaterales. Mientras tanto, países como Italia y Grecia, dependientes del gas israelí, se encuentran en una situación aún más comprometida, atrapados en la compleja red de la dependencia energética. A esto se suma la influencia de poderosos lobbies pro-Israel y la dependencia militar de la OTAN y, por ende, de Estados Unidos, factores que limitan la capacidad de acción de la Unión Europea.

El temor a ser etiquetados de antisemitas por criticar las acciones de Israel paraliza a muchos líderes europeos. En un continente marcado por la sombra del Holocausto, la línea entre la crítica legítima a las políticas de un Estado y el antisemitismo se vuelve borrosa y peligrosa. Este miedo, amplificado por el auge de la ultraderecha en varios países, transforma la defensa de los derechos humanos en un cálculo electoral. El resultado es una condena tibia, sin consecuencias reales: se pide un alto al fuego mientras se continúa comprando energía, se envía ayuda humanitaria mientras se tolera el bloqueo. Una vez más, se cumple la máxima: inter arma silent leges.

Francia, buscando un papel de liderazgo en la escena internacional, propone la solución de dos Estados como fin del conflicto y la erradicación de Hamás. Esta iniciativa, que se presentará en la Asamblea General de la ONU en septiembre, si bien es un paso importante, no aborda la raíz del problema: la desigualdad de poder entre las partes y la continua violación del derecho internacional.

Existen alternativas: un embargo inmediato de armas a Israel, sanciones económicas selectivas, el reconocimiento del Estado palestino por todos los miembros de la Unión Europea, la apertura de corredores humanitarios supervisados por la UE. Medidas concretas que demuestran una verdadera voluntad política para poner fin al conflicto. Sin embargo, la falta de unidad y la priorización de los intereses nacionales sobre los principios universales impiden que Europa actúe con la contundencia necesaria.

La inacción europea en Gaza no es neutralidad, es complicidad. El silencio, disfrazado de impotencia, se convierte en corresponsabilidad. Europa se encuentra en una encrucijada histórica: puede elegir entre la coherencia con sus valores fundacionales o la perpetuación de un ciclo de violencia e injusticia. El pulso de Europa late débil en Gaza, pero aún hay tiempo para cambiar el rumbo. La historia nos juzgará por nuestras decisiones.

Fuente: El Heraldo de México