
29 de agosto de 2025 a las 09:35
¡Duelo de Titanes!
La escena política mexicana, a veces, se asemeja más a una tragicomedia grotesca que a un foro de debate serio. El reciente encontronazo entre Alito Moreno y Gerardo Fernández Noroña nos lo demuestra. Más allá del evidente espectáculo, ¿qué nos dice este choque sobre la inmadurez política del país? Ver a Dolores Padierna, con una elegancia a lo Verónica Lake, intentando apaciguar los ánimos, mientras el Sr. Moreira observa con una expresión inescrutable, y un grupo de legisladores comportándose como adolescentes en plena disputa hormonal, resulta, cuanto menos, desconcertante.
Existe una extraña fascinación, casi morbosa, al presenciar cómo dos figuras públicas se desgastan, se atacan y se destruyen mutuamente, muchas veces por cuestiones que, en el gran esquema de las cosas, resultan insignificantes. Esta ansia de poder, que para algunos se convierte en el motor principal de su existencia, es tan vana, efímera y, siendo francos, estúpida, que provoca una mezcla de risa e indignación. Recordando las palabras del Nobel Elias Canetti, uno se pregunta si este afán de poder no será, en realidad, una grave enfermedad mental. Cada vez cobra más fuerza esta idea.
Lo presenciado en la sesión de cierre de la Comisión Permanente del Congreso de la Unión no fue más que una muestra de dos individuos enfrascados en una lucha por la dominación, dispuestos a pelear sin el menor decoro ni inhibición. Los empujones, las ofensas, las amenazas, las bravuconadas… todo un repertorio propio de un sainete de baja estofa. Un espectáculo lamentable y grotesco que, sin embargo, revela, como dirían Freud y el mismo Canetti, la profunda inseguridad de ambos contendientes y su incapacidad para alcanzar el poder a través de la razón y el diálogo, sin necesidad de recurrir a la humillación del otro.
Es cierto que la actitud autoritaria de algunos legisladores del partido en el poder puede sacar de quicio a cualquiera que intente entablar un diálogo constructivo. Del lado oficialista, el interés por escuchar al otro y llegar a acuerdos brilla por su ausencia. Y es que todo autoritarismo genera sentimientos de impotencia y, como consecuencia, una agresividad latente en quienes se ven sometidos a él. Ojalá quienes ostentan el poder fueran conscientes de esta dinámica.
Por un lado, el Sr. Noroña, entre sus viajes en primera clase, los incidentes en salas VIP de bancos, la adquisición de su "modesta" casa de descanso y sus desplantes como aspirante a la Presidencia de la Mesa Directiva del Senado, parece llevar ya un cúmulo de situaciones que lo mantienen en el ojo del huracán. Por otro lado, el Sr. Alito Moreno, desesperado por insuflar algo de vida a un partido que él mismo ha contribuido a debilitar a pasos agigantados, tal vez busca, aunque sea inconscientemente, una salida rápida a su compleja situación. Quizás la encuentre.
En definitiva, parece que los mejores tiempos de la lucha libre han regresado a la arena política mexicana, con Alito y Noroña como protagonistas estelares, en una función donde la razón y el debate constructivo son los grandes ausentes. Un espectáculo que, más que entretener, nos invita a la reflexión sobre el rumbo de nuestra política.
Fuente: El Heraldo de México