La angustia se palpa en el aire de Cajicá. Han pasado ya varios días desde que la pequeña Valeria Afanador, una niña con Síndrome de Down, desapareció del Colegio Gimnasio Campestre Los Laureles, dejando tras de sí un vacío desgarrador y una cascada de interrogantes. Las imágenes del video, ahora públicas, muestran la fragilidad de la situación y la facilidad con la que Valeria logró salir del colegio, deslizándose por un resquicio entre la reja y una jardinera. Tres intentos, tres pequeños pasos hacia lo desconocido, y una ausencia que se agranda con cada minuto que pasa.

El video, un puñado de segundos congelados en el tiempo, se ha convertido en la pieza central de la investigación. Se observa a Valeria, con su uniforme deportivo oscuro, cerca del arenero, ajena a la tragedia que se avecina. La presencia de una persona cerca de la jardinera, presumiblemente un trabajador del colegio, añade otra capa de complejidad al caso. ¿Vio a Valeria? ¿Pudo haber hecho algo para evitar su desaparición? Las autoridades lo investigan, buscando respuestas en cada detalle, en cada gesto imperceptible.

La hipótesis de que alguien la llamara desde fuera de la reja, incitándola a salir, cobra fuerza. El testimonio del abuelo, Manuel Afanador, desgarrador y lleno de incertidumbre, habla de un hombre alto y corpulento. Una figura fantasmal que se cierne sobre la investigación, alimentando la desesperación y la rabia. ¿Quién sería capaz de arrebatarle a una niña su inocencia y a una familia su tranquilidad?

La mirada de la sociedad se posa sobre el Colegio Gimnasio Campestre Los Laureles. Sus protocolos de seguridad, ahora bajo escrutinio, levantan serias dudas. Las palabras de la directora, Sonia Ochoa, resonan con una mezcla de dolor y desconcierto. Se habla de odio, de posibles sabotajes, de un enemigo oculto que busca dañar la institución. Pero más allá de las especulaciones, la realidad es que Valeria no está. Y su ausencia es una herida abierta en la comunidad.

La búsqueda continúa, incansable, contra reloj. Cada día que pasa, la esperanza se aferra a un hilo cada vez más delgado. Las autoridades siguen todas las pistas, rastrean cada indicio, analizan cada testimonio. La familia, con el corazón destrozado, se aferra a la fe y a la solidaridad de un país que se ha unido en torno a su dolor.

La historia de Valeria Afanador es un recordatorio doloroso de la vulnerabilidad de la infancia y la importancia de la seguridad en los entornos escolares. Es una llamada a la reflexión sobre la necesidad de proteger a nuestros niños y niñas, de crear espacios seguros donde puedan crecer y desarrollarse sin miedo. Es, sobre todo, una plegaria colectiva por el regreso de Valeria, por el fin de la pesadilla y el retorno de la sonrisa a su rostro. La búsqueda no cesará hasta que Valeria vuelva a casa. Su historia nos conmueve, nos indigna y nos impulsa a no bajar los brazos. #ValeriaVuelveACasa