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29 de agosto de 2025 a las 09:20

Ansiedad Americana

La sombra del autoritarismo se cierne sobre la figura de Donald Trump, al menos así lo perciben algunos analistas que observan con inquietud el creciente poder que ha acumulado en tan solo siete meses de gobierno. Se dibuja un patrón, una estrategia deliberada, según expertos como la historiadora Heather Cox y el columnista Mike Allen: capturar todo lo posible, impugnar lo que se resista y, finalmente, castigar la disidencia. La declaración de Trump, "Tengo derecho a hacer lo que quiera. Soy el Presidente de Estados Unidos", resuena como un eco inquietante en este contexto, especialmente tras la amenaza de desplegar la Guardia Nacional en Chicago, precedida por su intervención en Washington D.C.

La inmunidad presidencial, ampliada el año pasado tras un fallo judicial que lo exime de responsabilidades por actos cometidos en ejercicio de su cargo durante su primer mandato, se convierte en un elemento crucial en este análisis. Algunos argumentan que esta decisión judicial le ha abierto las puertas para ejercer un control desmedido sobre el Departamento de Justicia, un órgano que debería funcionar con la mayor autonomía posible. La militarización de las calles, con soldados realizando tareas que tradicionalmente corresponden a la policía civil, ha generado un acalorado debate en la sociedad estadounidense. A esta imagen se suma la presencia de agentes migratorios actuando de forma indiscriminada, enmascarados, sin identificación y sin órdenes judiciales, lo que alimenta la sensación de inseguridad y zozobra en amplios sectores de la población.

Paradójicamente, la lucha contra el crimen se ha convertido en un pilar fundamental del discurso de Trump. "El argumento es que soy un dictador, pero detengo el crimen. Así que mucha gente dice: 'Si ese es el caso, prefiero un dictador'", una frase que, curiosamente, podría haber sido pronunciada por el presidente salvadoreño Nayib Bukele, autoproclamado "el dictador más cool del mundo", y conocido por sus controvertidas políticas de seguridad. La comparación, aunque quizás exagerada, ilustra la preocupante deriva hacia el autoritarismo que algunos perciben en la retórica y las acciones del presidente estadounidense.

Trump niega cualquier aspiración dictatorial, insistiendo en que son los propios ciudadanos quienes demandan un líder con mano dura, capaz de solucionar los problemas del país sin las ataduras del Congreso o los tribunales. Sin embargo, las encuestas revelan que este supuesto clamor popular se concentra principalmente entre sus seguidores republicanos. Un estudio del Pew Research Center a principios de año, muestra que el 59% de los republicanos e independientes con tendencias republicanas apoyan la idea de un presidente con menos restricciones. Este porcentaje se eleva al 78% entre aquellos que se identifican "fuertemente" con el Partido Republicano.

La ironía reside en que estos mismos republicanos, tan entusiastas con la idea de un poder ejecutivo sin contrapesos bajo un presidente de su partido, probablemente se mostrarían horrorizados ante la perspectiva de un presidente demócrata con las mismas prerrogativas. Este doble rasero pone en evidencia la fragilidad del sistema democrático cuando la ideología nubla la defensa de las instituciones y los principios fundamentales que las sustentan. La pregunta que queda en el aire es si la búsqueda de soluciones rápidas y efectivas justifica la erosión de los mecanismos de control y equilibrio de poder, pilar fundamental de cualquier democracia.

Fuente: El Heraldo de México