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28 de agosto de 2025 a las 15:10

Sueños postergados: abuelas de la CDMX

En el corazón de México, donde la familia es el pilar fundamental de la sociedad, las abuelas desempeñan un rol crucial. Son ellas quienes, con manos amorosas y sabias, tejen los lazos que unen a generaciones, quienes con paciencia y ternura guían los pasos de sus nietos, y quienes con historias y anécdotas mantienen viva la llama de la tradición. Pero detrás de esas miradas llenas de experiencia y cariño, se esconden sueños postergados, anhelos que el tiempo y las circunstancias no lograron borrar.

En un recorrido por las calles de la Ciudad de México, nos encontramos con mujeres extraordinarias, mujeres que han dedicado su vida a cuidar y criar a sus familias, mujeres que a pesar de las dificultades, mantienen la esperanza y el brillo en sus ojos. Ellas son nuestras abuelas, y hoy queremos compartir sus historias, sus sueños incumplidos, aquellas aspiraciones que quedaron guardadas en lo más profundo de su ser.

Ana María, con sus 78 años y una sonrisa que ilumina su rostro, nos cuenta con nostalgia su anhelo de convertirse en estilista. La imagen de una joven Ana María con tijeras en mano, creando peinados y transformando rostros, se desvanece ante la realidad de una época donde las mujeres, especialmente en entornos rurales, tenían limitadas oportunidades. "Mi papá era muy 'delicado'", nos confiesa, revelando las barreras sociales y culturales que impidieron el desarrollo de su pasión.

Elvira, originaria de Oaxaca y con 76 años a cuestas, comparte un sentimiento similar. Su sueño de estudiar corte y confección, de ser independiente y dueña de su propio destino, se vio truncado por la falta de oportunidades. "Me hubiera gustado que me dieran la oportunidad de estudiar, de superarme", sus palabras resuenan con la fuerza de un anhelo no realizado, un recordatorio de las desigualdades que aún persisten.

La historia de María Tránsito, de 81 años, nos conmueve profundamente. Su infancia marcada por la necesidad la obligó a trabajar desde temprana edad en una fábrica de casquillos, sacrificando su educación para ayudar a su familia. Con lágrimas en los ojos, nos confiesa su simple pero poderoso deseo: "Mis ilusiones eran estudiar. Solo quería aprender a leer y escribir". Una frase que resume la importancia de la educación como herramienta de superación y empoderamiento.

Angela, a sus 80 años, recuerda con cariño su natal Chiltepec, Estado de México. Si bien la vida la llevó a la Ciudad de México, en su corazón aún late el sueño de haber podido desarrollarse profesionalmente en su tierra. "Me hubiera gustado ser psicóloga", nos revela, dejando entrever su vocación de servicio y su interés por comprender la complejidad del ser humano.

Finalmente, Ramona, de 70 años, nos habla de su anhelo de convertirse en doctora. A pesar de considerar que "ese tipo de carreras es muy larga y ya no se puede", su deseo de seguir aprendiendo la impulsa a continuar sus estudios de nivel medio superior. Un ejemplo de perseverancia y de la importancia de la educación a lo largo de la vida.

Las historias de estas abuelas nos invitan a reflexionar sobre la importancia de valorar su experiencia, de reconocer su invaluable aporte a la sociedad y de brindarles las oportunidades que les fueron negadas en su juventud. Sus sueños incumplidos son un llamado a construir un futuro donde todas las mujeres tengan la posibilidad de alcanzar su máximo potencial, un futuro donde la edad no sea un obstáculo para seguir aprendiendo, creciendo y soñando. Porque en cada arruga de su rostro, en cada cana de su cabello, se esconde una historia de lucha, de resiliencia y de amor incondicional. Un amor que trasciende generaciones y que nos inspira a construir un mundo mejor.

Fuente: El Heraldo de México