
28 de agosto de 2025 a las 09:41
Maduro en la cuerda floja
La crisis en Venezuela se agudiza. El 86% de la población sumida en la pobreza, un ingreso familiar promedio que no alcanza ni para cubrir la canasta básica, y una desigualdad abismal que separa al 10% más rico del 10% más pobre por un abismo de 620 dólares mensuales. Estas cifras, reportadas por el Observatorio Venezolano de Finanzas, pintan un panorama desolador, muy lejos de aquel país que alguna vez ostentó uno de los PIB per cápita más altos de Latinoamérica.
¿Cómo llegamos a esto? El colapso de la industria petrolera, sin duda, ha jugado un papel crucial. El despilfarro, incluyendo el envío constante de crudo a Cuba durante años, ha drenado recursos vitales. Pero la historia no termina ahí. La corrupción, enquistada en las estructuras del poder, ha carcomido las entrañas del país. Una gestión económica errática, controles de precios y cambio que asfixian al mercado, y un endeudamiento descontrolado sin inversión productiva han completado la receta para el desastre. El resultado: hiperinflación, desabastecimiento y una crisis humanitaria que ahoga a la mayoría de los venezolanos.
El discurso populista, primero de Chávez y ahora de Maduro, ha seducido a una población vulnerable, prometiendo soluciones fáciles a problemas complejos. De las dádivas y la permisividad con las invasiones de viviendas, se ha pasado a un estado de pobreza generalizada que coloca a Venezuela entre los países con mayor índice de pobreza del continente. Una promesa incumplida, un sueño convertido en pesadilla.
Y como si fuera poco, la sombra del narcotráfico se cierne sobre el régimen. Las acusaciones de Estados Unidos, que señala a Maduro y a Diosdado Cabello como cabecillas del Cártel de los Soles, añaden un nuevo nivel de complejidad a la crisis. La recompensa de 50 millones de dólares ofrecida por Washington por información que conduzca a la captura de Maduro no es un simple gesto simbólico, sino una muestra de la gravedad de las acusaciones.
El despliegue militar estadounidense en el Caribe, con barcos de guerra, portaaviones, submarinos, marines y aviones espía, eleva la tensión a niveles insospechados. Si bien la finalidad de este despliegue no está del todo clara, la posibilidad de una intervención, ya sea para la captura de Maduro, un ataque selectivo o simplemente labores de inteligencia, se cierne como una espada de Damocles sobre el régimen.
Ante la creciente presión, Maduro ha moderado su discurso. Las bravatas del pasado han dado paso a llamados al diálogo y al respeto. Sin embargo, sus intentos de victimizarse, presentando la situación como una afrenta contra el pueblo venezolano, resultan risibles. El problema no es con el pueblo, sino con él y su círculo de allegados, quienes se han enriquecido a costa del sufrimiento de la nación.
Mientras tanto, en Venezuela, la población observa con una mezcla de esperanza y escepticismo. Los videos de hombres marchando y cantando consignas, armados con supuesto "armamento ruso", parecen más una puesta en escena que una demostración de fuerza real. La realidad es que el apoyo a Maduro se desmorona. Las elecciones de 2024, en las que perdió pero se aferró al poder, son una prueba fehaciente del descontento popular.
La caída de Maduro parece inevitable. La pregunta es cuándo y cómo. ¿Será a través de una intervención extranjera, un levantamiento interno o una negociación política? Lo que sí es seguro es que el "experimento bolivariano" ha llegado a su fin. Y con su caída, se abre una ventana de oportunidad para la reconstrucción de Venezuela y el renacimiento de la democracia. Una democracia que, esperemos, aprenda de los errores del pasado y construya un futuro de prosperidad y justicia para todos los venezolanos.
Fuente: El Heraldo de México