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28 de agosto de 2025 a las 06:05

Justicia para Sheylla, víctima del miedo

La sombra del feminicidio se cierne una vez más, dejando un rastro de dolor y consternación que atraviesa continentes. El caso de Sheylla Gutiérrez, una inmigrante peruana de 33 años brutalmente asesinada en Los Ángeles, ha conmocionado a la comunidad hispana y ha puesto en relieve la vulnerabilidad de las mujeres migrantes que sufren violencia doméstica. La entrega del principal sospechoso, su expareja Josimar Cabrera Cornejo, a las autoridades peruanas abre un nuevo capítulo en esta trágica historia, un capítulo que se espera traiga justicia para Sheylla y su familia.

La noticia de la entrega voluntaria de Cabrera a Interpol en Lima ha resonado con fuerza en ambos países. Si bien la presión mediática y la inminente solicitud de extradición por parte de Estados Unidos seguramente influyeron en su decisión, la incertidumbre sobre sus verdaderas motivaciones permanece. ¿Se trata de un acto de arrepentimiento, una estrategia legal para enfrentar el proceso en su país natal o simplemente una manera de evadir la justicia estadounidense? Las próximas semanas serán cruciales para desentrañar las respuestas a estas interrogantes, mientras la Fiscalía peruana, el Poder Judicial y la Cancillería trabajan en conjunto para gestionar su extradición al condado de Los Ángeles.

El silencio de Cabrera durante su detención añade otra capa de misterio al caso. ¿Qué se esconde tras esa mudez? ¿Culpa, miedo o quizás la fría planificación de una defensa? Mientras tanto, la imagen de Cabrera arrastrando un objeto envuelto en una lona, captada por las cámaras de seguridad del edificio donde residía con Sheylla, se ha convertido en un símbolo del horror y la premeditación del crimen. El contraste entre esa imagen y las fotografías de Sheylla, una mujer joven y llena de vida, con sus tres pequeños hijos, intensifica el dolor y la indignación.

La historia de Sheylla es, lamentablemente, un reflejo de la realidad que enfrentan muchas mujeres migrantes. El miedo a la deportación, la barrera del idioma y la falta de recursos las convierten en blancos fáciles para la violencia doméstica. Sheylla, como tantas otras, calló por temor, un silencio que terminó costándole la vida. Su caso nos obliga a reflexionar sobre la necesidad de fortalecer las redes de apoyo para las mujeres migrantes y garantizar que tengan acceso a la justicia sin importar su estatus migratorio.

La entrega de Cabrera no es el final de la historia, sino el comienzo de un largo y complejo proceso judicial. La Fiscalía del condado de Los Ángeles ha presentado una querella de extradición y se prepara para un juicio que podría resultar en una condena de hasta 26 años a cadena perpetua. Sin embargo, más allá del veredicto, el caso de Sheylla deja una profunda herida en la comunidad y una llamada urgente a la acción para prevenir futuras tragedias. Es necesario romper el ciclo de la violencia, brindar apoyo a las víctimas y construir una sociedad donde ninguna mujer tenga que vivir con miedo.

El recuerdo de Sheylla debe servir como un catalizador para el cambio. Su historia nos recuerda la importancia de la solidaridad, la empatía y la lucha por la justicia. Su voz, silenciada por la violencia, debe resonar en nuestras conciencias y motivarnos a construir un mundo más seguro y equitativo para todas las mujeres.

Fuente: El Heraldo de México