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28 de agosto de 2025 a las 17:25
Horror: Hombre incendia a su expareja
La madrugada se tiñó de horror en el Barrio Libertador de San Martín. Una escena dantesca, capturada por la fría lente de una cámara de seguridad, ha conmocionado a la sociedad argentina y reverberado en las redes sociales. Una mujer, envuelta en llamas, corre desesperadamente buscando auxilio, una imagen que se ha clavado como un puñal en la conciencia colectiva. El silencio de la noche fue roto por los gritos de la víctima, mientras un grupo de personas, atónitas ante la brutalidad del hecho, se apresuran a sofocar las llamas que consumen su cuerpo.
La crudeza del video, compartido en redes sociales, ha generado una ola de indignación y repudio. El presunto autor del ataque, su expareja, la habría rociado con un líquido inflamable y prendido fuego, según las primeras investigaciones. Este acto de barbarie nos confronta una vez más con la monstruosa realidad de la violencia de género, una lacra que sigue cobrando vidas y dejando profundas heridas en el tejido social.
Mientras la víctima lucha por su vida en un hospital, con quemaduras que cubren gran parte de su cuerpo, la comunidad exige justicia. La pregunta que resuena en las calles, en las redes, en los hogares, es la misma: ¿hasta cuándo? ¿Cuántas mujeres más tendrán que ser víctimas de la violencia machista antes de que se tomen medidas contundentes?
El caso ha reavivado el debate sobre la necesidad de fortalecer las políticas públicas de prevención y erradicación de la violencia de género. Se exige una respuesta integral por parte del Estado, que incluya desde la educación en igualdad hasta la efectiva aplicación de las leyes existentes. La urgencia es palpable, la necesidad de cambio, ineludible.
Las cifras, frías y contundentes, nos recuerdan la magnitud del problema. Según Naciones Unidas, cada 10 minutos una mujer es asesinada en el mundo a manos de su pareja o un familiar. Un dato escalofriante que nos obliga a reflexionar sobre la profunda desigualdad que aún persiste en nuestra sociedad.
El caso de San Martín no es un hecho aislado. Es un síntoma más de una enfermedad social que nos afecta a todos. Es un llamado a la acción, a la responsabilidad individual y colectiva. No podemos seguir mirando hacia otro lado. Es tiempo de romper el silencio, de alzar la voz, de exigir justicia y de construir una sociedad donde las mujeres puedan vivir libres de violencia.
La solidaridad y el apoyo a la víctima y su familia son fundamentales en estos momentos. Es necesario que se le brinde la atención médica y psicológica que necesita para su recuperación, así como la protección necesaria para garantizar su seguridad. Asimismo, se debe asegurar que el agresor sea llevado ante la justicia y reciba la condena que corresponde.
El camino hacia una sociedad libre de violencia de género es largo y complejo, pero no podemos desfallecer. Debemos seguir trabajando, unidos, para construir un futuro donde la igualdad y el respeto sean los pilares fundamentales de nuestras relaciones. El caso de San Martín nos interpela a todos. No podemos permitir que la violencia machista siga arrebatando vidas y destruyendo familias. Es tiempo de decir basta.
Fuente: El Heraldo de México