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28 de agosto de 2025 a las 09:40

El dolor tras puertas cerradas

La tragedia humana se despliega en un escenario global desigual, donde la atención mediática actúa como un foco que ilumina selectivamente el sufrimiento. Gaza y Sudán, dos territorios sumidos en la devastación, ilustran esta dolorosa realidad. Mientras Gaza acapara titulares y se convierte en el epicentro de la indignación internacional, Sudán se desangra en silencio, relegado a la periferia de la conciencia global. ¿A qué se debe esta disparidad? No a la intensidad del dolor, sino a la compleja red de intereses geopolíticos que tejen la narrativa internacional.

En Gaza, cada bombardeo, cada niño famélico, cada hospital en ruinas, se convierte en un arma arrojadiza en el campo de batalla de la opinión pública. Las imágenes, crudas y desgarradoras, recorren el mundo a través de las pantallas, generando una ola de condena internacional que presiona a los actores involucrados. La Franja de Gaza, convertida en un símbolo del conflicto palestino-israelí, atrae la atención de medios, organizaciones internacionales y gobiernos, amplificando su tragedia hasta convertirla en un clamor global. Esta visibilidad, si bien crucial para la movilización de ayuda humanitaria, también se convierte en una herramienta política, utilizada por diferentes bandos para impulsar sus agendas.

Mientras tanto, en Sudán, la tragedia se desarrolla en un escenario de sombras. Millones de desplazados, hambrunas devastadoras, matanzas étnicas… un catálogo de horrores que apenas logran traspasar el muro de la indiferencia global. La ausencia de imágenes impactantes, la complejidad del conflicto interno y la falta de un enemigo claramente definido dificultan la construcción de una narrativa mediática atractiva. La atención internacional, dispersa y fugaz, no alcanza para iluminar la magnitud del desastre humanitario que se cierne sobre el país.

Sudán, a diferencia de Gaza, no se encuentra en el centro de un tablero geopolítico de alta tensión. Si bien su posición estratégica en el Mar Rojo atrae la atención de potencias como Rusia, China, Egipto y Estados Unidos, sus intereses se manejan con discreción, en la trastienda del poder. Las intervenciones, ya sean con armas o con contratos, se realizan lejos de las cámaras, en un silencio cómplice que perpetúa la invisibilidad del sufrimiento. La guerra en Sudán se libra en un laboratorio silencioso, una guerra fría africana sin audiencia.

Esta disparidad en la atención mediática no solo refleja la complejidad de la geopolítica global, sino que también pone de manifiesto una dolorosa verdad: en el mundo de la información, lo que no se ve, no existe. La invisibilidad se convierte en una forma de violencia, condenando a millones de personas a sufrir en silencio, abandonados a su suerte en la periferia de la conciencia global. La tragedia de Sudán nos interpela, nos obliga a preguntarnos sobre el papel de los medios de comunicación en la construcción de la realidad y sobre nuestra propia responsabilidad como ciudadanos globales. ¿Estamos dispuestos a mirar más allá de los titulares, a buscar la verdad en las sombras, a exigir que la luz de la atención ilumine todos los rincones del sufrimiento humano? El futuro de Sudán, y de tantas otras crisis olvidadas, depende de nuestra respuesta.

Fuente: El Heraldo de México