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28 de agosto de 2025 a las 13:20

¿Dónde está Silvana? La verdad tras el asesinato de su hija

La tragedia que envolvió la vida de la pequeña Antonella, de tan solo dos años y once meses, ha conmocionado a Colombia y ha desatado un intenso debate sobre la salud mental, la justicia y la responsabilidad penal. El acto perpetrado por su madre, Silvana Torres, de apenas 19 años, nos obliga a reflexionar sobre las complejas circunstancias que pueden llevar a un ser humano a cometer un acto tan atroz.

Más allá de la fría descripción de los hechos, es fundamental ahondar en el contexto que rodeaba a esta joven madre. ¿Qué presiones, qué demonios internos la llevaron a ese punto de quiebre? La Fiscalía ha presentado cartas de despedida como prueba de premeditación, lo que apunta a un acto deliberado. Sin embargo, la declaración de Silvana, afirmando haber sufrido un ataque de ira que nubló su juicio y borró su memoria del evento, introduce una nueva capa de complejidad al caso. ¿Se trata de una estrategia de defensa o de una genuina amnesia disociativa producto del trauma? Este es un punto crucial que los expertos deberán dilucidar.

La decisión de trasladar a Silvana a un centro penitenciario fuera de Caldas, sin revelar su ubicación exacta, habla del temor a represalias por parte de una sociedad indignada. Este resguardo, si bien necesario para su seguridad, también la aísla aún más, dificultando la labor de los profesionales que deben evaluar su estado mental y determinar su responsabilidad. Es vital garantizar un proceso justo y transparente, que considere todos los aspectos del caso, desde la posible existencia de trastornos mentales preexistentes hasta las circunstancias socioeconómicas y familiares que pudieran haber influido en su comportamiento.

El silencio en torno a la fecha de la próxima audiencia genera aún más incertidumbre. Mientras tanto, el debate público se intensifica. La posibilidad de una condena de entre 33 y 50 años por homicidio agravado contrasta con la alternativa de un internamiento en un centro psiquiátrico por un máximo de 20 años en caso de ser declarada inimputable. ¿Es la cárcel el lugar adecuado para una joven que, según su declaración, no recuerda haber cometido el crimen? ¿Puede la sociedad colombiana ofrecerle la rehabilitación y el apoyo que necesita para reconstruir su vida, si es que eso es posible? Estas son preguntas incómodas, pero necesarias, que debemos plantearnos como sociedad.

Este caso nos interpela a todos. Nos obliga a mirar más allá de la indignación y el horror, y a reflexionar sobre las fallas del sistema que no pudo prevenir esta tragedia. Nos invita a preguntarnos qué podemos hacer para proteger a las familias vulnerables y a brindar apoyo a las personas que luchan contra sus propios demonios internos. La historia de Antonella y Silvana no debe ser solo una nota roja más, sino un llamado a la acción para construir una sociedad más justa y compasiva. Un llamado a la empatía, a la comprensión y a la búsqueda de soluciones que prevengan futuras tragedias.

El futuro de Silvana Torres está en manos de la justicia, pero el futuro de nuestra sociedad está en nuestras manos. Debemos aprender de este doloroso episodio y trabajar juntos para construir un mundo donde la violencia no sea la respuesta a la desesperación.

Fuente: El Heraldo de México