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28 de agosto de 2025 a las 10:50

Domina el arte de Isaac Hernández

Isaac Hernández, el aclamado bailarín tapatío, regaló una clase magistral que trascendió la técnica para convertirse en una profunda reflexión sobre el arte de la danza y la vida misma. En el Teatro de las Artes del Centro Nacional de las Artes, más de cincuenta jóvenes bailarines de nivel intermedio y avanzado tuvieron el privilegio de ser guiados por este maestro, quien, con la humildad de un estudiante y la sabiduría de un experto, compartió su pasión y conocimiento.

La atmósfera del teatro, usualmente reservada para grandes espectáculos, se transformó en un espacio íntimo de aprendizaje. No hubo telones ni luces deslumbrantes, solo la presencia magnética de Hernández, quien antes de comenzar, danzaba en silencio, en una comunión casi mística con el escenario. Ajustaba las luces, sentía el piso bajo sus pies, probaba el sonido; cada detalle importaba, pues para él, la danza comienza mucho antes de la música.

Con la música de la icónica Giselle de Adolphe Adam como telón de fondo, la clase magistral se desplegó no solo a través de los pasos, sino también en los silencios, en la precisión de cada movimiento, en la intención que precede a la acción. “Ahí es donde se controla la tensión y la intención. Es lo que sucede en ese principio y en ese final”, explicaba Hernández, guiando a sus alumnos con una precisión amable y generosa.

Cada corrección, cada observación técnica, era una lección no solo de ballet, sino de vida. “La meta no es el salto perfecto. La meta es que el cuerpo diga lo que estás sintiendo”, compartió con los jóvenes bailarines, enfatizando la importancia de la emoción, de la verdad escénica, por encima de la técnica impecable. La técnica, en sus palabras, es solo una herramienta al servicio de algo mucho más profundo.

Hernández, consciente de las presiones y exigencias del mundo artístico, recordó a sus alumnos que no todos los días se puede dar el cien por ciento. Sin embargo, instó a nutrir el alma artística diariamente: "Observen, escuchen música, trabajen los brazos… Lo importante es no dejar pasar un día sin arte”. Su compromiso con la danza, quedó claro, va más allá de la práctica física; es una forma de vida, una búsqueda constante de belleza y expresión.

Al finalizar la clase, la ovación no fue la de un espectáculo, sino la del respeto y la admiración profunda. En un gesto de humildad y reconocimiento, Hernández se dirigió al público, a los padres y maestros presentes, recordándoles la importancia del trabajo colectivo en la formación artística: “¿Ustedes les dan las gracias a sus papás? ¿Y a sus maestros también? Esto es un trabajo colectivo”.

Con más de quince años de experiencia impartiendo clases magistrales, Isaac Hernández no solo demostró su maestría técnica, sino también su grandeza humana. Animó a los jóvenes a aprovechar al máximo su juventud y el privilegio de poder dedicarse al arte, a ser conscientes del poder de su cuerpo y su mente, no solo para bailar, sino para vivir plenamente.

En un mundo obsesionado con la perfección, Hernández recordó que el arte del ballet, es, ante todo, una forma de estar presente, de expresar sin palabras, de habitar el cuerpo con gratitud y propósito. “Tener el control del cuerpo y la mente es algo extraordinario. No pierdan la oportunidad de hacerlo ahora que son jóvenes y tienen el privilegio de estar aquí”, concluyó el bailarín, quien reveló que esta clase magistral también formaba parte de su preparación para la onceava edición de Despertares, el próximo 30 de agosto en el Auditorio Nacional. Una vez más, Isaac Hernández dejó una huella imborrable, no solo en los cuerpos de los jóvenes bailarines, sino también en sus almas. Una lección que resonará mucho más allá de los muros del teatro.

Fuente: El Heraldo de México