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28 de agosto de 2025 a las 20:20

Cocodrilo prehistórico devoraba dinosaurios

Imaginen un mundo dominado por gigantescos dinosaurios, un escenario donde la supervivencia dependía de la fuerza bruta y la ferocidad. En ese contexto, un depredador acechaba en las sombras, una criatura capaz de desafiar incluso a los reyes del Cretácico: el Kostensuchus atrox.

Recientemente, un equipo de paleontólogos en Argentina ha desenterrado los restos casi intactos de este formidable cocodrilo prehistórico, un hallazgo que nos transporta 70 millones de años atrás, al período Maastrichtiano, el último capítulo antes de la gran extinción. El esqueleto, con su cráneo y mandíbulas excepcionalmente conservados, revela la imponente figura de un cazador de 3.5 metros de largo y un peso estimado de 250 kilos. Su mandíbula, ancha y poderosa, es un testimonio silencioso de su dieta hipercarnívora, una dieta que incluía a los propios dinosaurios.

El Kostensuchus atrox no era un simple carroñero. Era un depredador activo, un terror de las llanuras inundables que compartía con dinosaurios, mamíferos primitivos y anfibios. Su nombre, cargado de significado, evoca la fuerza del viento patagónico ("Kosten" en lengua tehuelche) y la ferocidad del dios egipcio con cabeza de cocodrilo, Sobek ("Souchos" en la transliteración griega). El epíteto "atrox", que significa "feroz" o "áspero", completa la imagen de un depredador implacable.

Este descubrimiento, el primer fósil crocodiliforme hallado en la Formación Chorillo, en el sur de Argentina, no solo nos presenta a una nueva especie, sino que también abre una ventana al pasado, permitiéndonos comprender mejor la compleja dinámica ecológica del Cretácico tardío. Imaginen la escena: un paisaje cálido y húmedo, surcado por ríos y lagunas, donde el Kostensuchus atrox acechaba pacientemente a su presa, un dinosaurio desprevenido que se acercaba a la orilla para beber. La tensión en el aire, el ataque fulminante, la lucha por la supervivencia… Este fósil nos permite reconstruir esos momentos, esos dramas prehistóricos que definieron el curso de la evolución.

El Kostensuchus atrox no era un simple cocodrilo. Era un símbolo de la ferocidad y la adaptación, un testimonio de la constante lucha por la supervivencia en un mundo prehistórico lleno de peligros. Su descubrimiento nos recuerda que la historia de la vida en la Tierra está llena de sorpresas, y que aún queda mucho por descubrir en los archivos fósiles de nuestro planeta. Este hallazgo es una pieza clave para entender la biodiversidad del pasado y, a su vez, nos ayuda a comprender mejor la fragilidad de los ecosistemas actuales y la importancia de su conservación. ¿Qué otros secretos se esconden aún en las rocas, esperando ser desenterrados y revelarnos más sobre la fascinante historia de la vida en la Tierra? El futuro de la paleontología promete respuestas asombrosas.

Fuente: El Heraldo de México