
27 de agosto de 2025 a las 09:35
Xavier Esqueda: Imprescindible
Xavier Esqueda, un artista que se niega a ser encasillado. Su obra, un torbellino de vanguardia que coquetea con el Pop-Art, se burla del abstraccionismo y se deleita con el kitsch, nos recuerda a Magritte y De Chirico, a Ernst y Arp, pero con una identidad propia innegablemente mexicana, un "neo-mexicanismo" como lo han llamado algunos. Su magia reside en transmitir la esencia de lo moderno, con todas sus contradicciones y paradojas. Raquel Tibol, con su agudeza habitual, lo describió perfectamente: "Él se empeña en buscar un grato orden paralelo al de la realidad".
Esqueda nos invita a un viaje por la memoria y la sorpresa, a través de delirios infinitos y extravíos fantásticos, que a veces se manifiestan como fantasías hirientes o inútiles llamadas de atención que juegan con nuestra morbosidad. Queremos desnudar sus cuadros, desentrañar sus misterios, alterar el orden de los objetos cotidianos que él presenta, estableciendo una conexión, un eco que nos envuelve y nos proyecta hacia su universo creativo. Su imaginería, fértil y sobrecogedora, brota de sus propios resortes, esquiva a las clasificaciones y nos exige comprenderla a pesar de su naturaleza escurridiza. Nos deleitamos pensando en el objeto de nuestro deseo, en descifrar los síndromes que salpican su obra: delirio, angustia, melancolía, agitación, discordancia y alucinación, una mezcla seductora de síntomas y debilidades.
Su arte es una gramática descifrable, pero no unívoca, una pluralidad de sentidos que abre la puerta a la interpretación, a la riqueza de intenciones y significados, al intercambio simbólico entre creador y espectador, entre artista y cómplice. Esqueda, en su pureza creativa, es capaz de renegar de sí mismo, de desandar sus propios pasos para encontrar nuevas soluciones, sin caer jamás en la fórmula o la repetición. Esa es su marca, su mérito: la novedad por convicción, la incapacidad de plagiar su propio patrimonio. Vive de prisa, pinta sin cansancio, ya no busca, simplemente encuentra.
Su talento, tanto en la pintura como en la escultura, despierta envidia y confusión en un ambiente artístico a menudo marcado por la puerilidad. Como el "Angelus Novus" de Paul Klee, da la espalda a la mezquindad, se desplaza gozoso y triste por su archipiélago onírico, ignorando las prohibiciones y los cantos de sirena, sumergiéndose en asociaciones libres, dejándose llevar por el latido de antiguas dolencias, confinado por voluntad propia en sus soledades.
Sus sueños nos permiten despertar en una realidad cordial, en contraposición a una historia avasalladora que arrasa con todo. La piel y los huesos de su estética nos protegen de un tiempo que parece empeñado en perder su humanidad, y lo hacen con emoción y esperanza. Esqueda comparte su vitalidad con gracia e inteligencia, nos contagia con "el aguijón del asombro". Su obra denuncia el sinsentido del presente. Único e irrepetible, un gigante del arte.
Fuente: El Heraldo de México