
27 de agosto de 2025 a las 09:10
La verdad NO es conservadora
La reciente declaración de Saskia Niño de Rivera sobre Lilly Téllez nos obliga a reflexionar sobre la complejidad de la verdad y la peligrosa simplificación que implica descalificar a alguien por su ideología. Niño de Rivera, reconocida por su labor humanitaria con criminales, ha demostrado una capacidad admirable para encontrar destellos de humanidad incluso en las personas más abyectas. Su trabajo nos recuerda que la verdad, o mejor dicho, las verdades, pueden surgir de lugares inesperados y que incluso en la oscuridad más profunda, existen matices. Sin embargo, su afirmación de que Téllez, por ser de "extrema derecha", no puede poseer la verdad, resulta paradójica y preocupante. Es una negación de la misma premisa que sustenta su trabajo: la posibilidad de encontrar verdad en cualquier ser humano, independientemente de sus actos o ideologías.
Esta postura nos lleva a cuestionar la propia naturaleza de la verdad. ¿Acaso la verdad es un monopolio ideológico? ¿Existe una correlación directa entre la afiliación política y la capacidad de discernir la verdad? La historia, plagada de ejemplos de manipulación y propaganda, nos demuestra que la verdad puede ser tergiversada y utilizada como un arma política por cualquier ideología. Precisamente por eso, la búsqueda de la verdad exige un ejercicio constante de crítica y autocrítica, independientemente de nuestras convicciones políticas.
El caso de Lilly Téllez, más allá de las simpatías o antipatías que pueda generar, ilustra la importancia de separar el mensaje del mensajero. Podemos discrepar profundamente con sus ideas, cuestionar sus argumentos e incluso reprobar su estilo, pero eso no invalida automáticamente todo lo que dice. Negarle la posibilidad de expresar verdades simplemente por su ideología es caer en la misma trampa del fanatismo que Niño de Rivera denuncia. Es un acto de injusticia intelectual que nos empobrece como sociedad y nos impide encontrar puntos de encuentro, incluso en medio de la polarización.
El sexenio anterior nos dejó una amarga lección sobre los peligros de la descalificación "ad hominem". La constante denostación del adversario, la negación de su legitimidad y la trivialización de sus argumentos crearon un clima de hostilidad que dificultó el diálogo y la construcción de consensos. No podemos repetir esos errores. Es fundamental escuchar todas las voces, analizar los argumentos con objetividad y buscar la verdad, dondequiera que se encuentre. Incluso, y quizás especialmente, en aquellos con quienes discrepamos.
Finalmente, es crucial recordar que la objetividad no implica neutralidad. Podemos, y debemos, tomar postura frente a las injusticias, denunciar los abusos de poder y defender nuestros principios. Pero debemos hacerlo con argumentos sólidos, respetando la dignidad de nuestros adversarios y reconociendo que la verdad es un constructo complejo y multifacético que no pertenece a ninguna ideología en particular. La búsqueda de la verdad es un camino permanente, un diálogo constante que exige humildad, tolerancia y un compromiso inquebrantable con la razón.
Fuente: El Heraldo de México