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27 de agosto de 2025 a las 16:10

Infanticida: el perfil del niño que conmocionó al país

La tragedia que ha conmocionado a Colombia desvela la complejidad del ser humano, especialmente en la adolescencia. Un joven de 14 años, con sueños de abogado, novia, amigos y una vida aparentemente normal, se convirtió en el protagonista de un horrendo parricidio. El contraste entre su imagen pública y la oscuridad que albergaba en su interior nos obliga a reflexionar sobre las señales invisibles del malestar emocional y la importancia de la salud mental en los jóvenes.

El detonante, según su confesión, fue el rencor acumulado hacia su padre, un mayor del Ejército, por la disciplina que imponía en el hogar. Este resentimiento, que se manifestaba en episodios de ira y odio, creció silenciosamente hasta transformarse en un impulso homicida. El relato de la abuela sobre un enfrentamiento previo entre padre e hijo, donde el menor gritaba "Te odio, no quiero volverte a ver nunca más", revela la magnitud del conflicto interno que el adolescente experimentaba. Es escalofriante pensar cómo estas palabras, cargadas de dolor y frustración, se materializaron en un acto tan brutal.

El informe psicológico forense dibuja el perfil de un individuo con una marcada tendencia a la violencia y una preocupante falta de arrepentimiento. Este dato nos confronta con la necesidad de profundizar en la comprensión de los factores que pueden desencadenar conductas agresivas en los adolescentes. ¿Qué papel juegan la educación, el entorno familiar y social en la formación de la personalidad? ¿Cómo podemos detectar a tiempo estas señales de alarma y brindar el apoyo necesario para evitar tragedias como esta?

La frialdad con la que el joven describe el crimen, recordando las lecciones de biología para asegurar la letalidad de sus ataques, es estremecedora. La confesión del menor, donde relata con detalle cómo tomó el cuchillo de la cocina, cómo planeó el ataque y cómo se ensañó con su padre, nos deja sin aliento. Aun más impactante es la revelación de que también asesinó a su hermanita de 7 años, un acto de violencia inexplicable que amplía las dimensiones de esta tragedia.

La reacción del adolescente al ver a su padre malherido, un breve instante de arrepentimiento seguido por una renovada furia, ilustra la lucha interna entre la culpa y el resentimiento que lo atormentaba. Este conflicto emocional, sumado a la posterior agresión hacia su madre, nos muestra la complejidad del caso y la necesidad de un análisis profundo desde la perspectiva psicológica y social.

Este caso nos interpela como sociedad. Nos obliga a preguntarnos cómo podemos fortalecer los lazos familiares, promover la comunicación y el respeto, y brindar a nuestros jóvenes las herramientas necesarias para gestionar sus emociones de manera sana. Es fundamental invertir en la prevención y la atención de la salud mental, para que tragedias como esta no se repitan. La historia de este joven de 14 años es un llamado a la reflexión y a la acción. No podemos permitir que el silencio y la indiferencia sean cómplices de la violencia.

Fuente: El Heraldo de México