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27 de agosto de 2025 a las 09:20

Impacto: Gestión de Campo Transformadora

La esperanza, a veces, se encuentra donde menos lo esperamos. Se manifiesta en una plaza, en un módulo de atención, en la mirada comprensiva de un brigadista. En las Jornadas de Paz, no solo se ofrecen servicios, se tejen historias de transformación, de rostros que recuperan la luz, de vidas que recobran su rumbo. Historias como la de doña Magaly y la de Pedro, un hombre que a sus 64 años conoció por fin el significado de tener una identidad, un nombre, una historia reconocida por el Estado. Imaginen la angustia de esta familia, décadas luchando contra la burocracia, enfrentando la indiferencia, viendo a Pedro, un hombre con discapacidad mental que rescataron del abandono, perderse en los laberintos de un sistema que parecía no tener espacio para él. Las estafas, las promesas incumplidas, el peso de la invisibilidad… todo eso se desvaneció en la Jornada de Paz de Huimanguillo, Tabasco. Ahí, los brigadistas, con una empatía que conmueve, acompañaron a doña Magaly en un proceso que parecía imposible. En apenas dos días, Pedro obtuvo su acta de nacimiento, un documento que no solo lo reconoce como ciudadano, sino que le abre las puertas a un mundo de derechos y oportunidades: acceso al IMSS Bienestar, la posibilidad de votar, y la promesa de una vejez digna con el programa de adultos mayores. Ahora, el 2 de abril, su fecha de nacimiento legal, será un día de fiesta, una celebración de la dignidad recuperada.

Pero la labor de las Jornadas de Paz va más allá de los trámites administrativos. Se adentra en las comunidades, en los hogares, en las historias de dolor silencioso, como la de Pablo, un joven con esquizofrenia y adicciones, encerrado en un cuarto precario en la colonia La Selva, en Nacajuca. Su madre, desesperada por la falta de recursos y la imposibilidad de controlar las crisis de su hijo, se veía obligada a pasarle la comida a través de una ventana enrejada. Un plato y un vaso, símbolos de una vida reducida a la mínima expresión, de un futuro clausurado por la enfermedad y el abandono. La imagen de Pablo, solo en la oscuridad de su encierro, nos confronta con la cruda realidad de muchas familias que luchan en silencio contra la enfermedad mental. La intervención de la brigada de salud de IMSS Bienestar, en coordinación con la Guardia Nacional y la SSPC, fue un rayo de luz en medio de la desesperación. El traslado de Pablo al Hospital Comunitario de Nacajuca y posteriormente al Hospital de Salud Mental, representa no solo la posibilidad de un tratamiento digno, sino también la esperanza de una vida plena. La tranquilidad de su familia, al saber que Pablo está en buenas manos, es un testimonio del impacto profundo de estas jornadas.

Estas historias, la de Pedro y la de Pablo, son solo dos ejemplos del alcance transformador de las Jornadas de Paz. Son un reflejo del compromiso de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo con la construcción de una paz tangible, una paz que se construye desde las bases, atendiendo las causas profundas de la desigualdad y la violencia. No se trata solo de brindar servicios, se trata de escuchar, de acompañar, de tender puentes entre el Estado y la ciudadanía, de devolver la dignidad a quienes la han perdido. En Tabasco, las Jornadas de Paz se han convertido en sinónimo de esperanza, en la prueba fehaciente de que un Estado presente y sensible puede cambiar el rumbo de las vidas más vulnerables. Son la muestra de que, cuando se trabaja en el territorio, escuchando las necesidades reales de la gente, las historias de dolor pueden transformarse en historias de resiliencia, de superación, de un futuro posible.

Fuente: El Heraldo de México