
27 de agosto de 2025 a las 09:20
¿Fin de la era del Mayo?
La declaración de culpabilidad de Ismael "El Mayo" Zambada, presentada como una victoria resonante contra el narcotráfico por las autoridades estadounidenses, abre un abanico de interrogantes que trascienden la satisfacción inmediata de ver a un capo tras las rejas. Si bien la noticia genera un impacto innegable, es crucial analizar con ojo crítico si este evento representa un verdadero avance en la lucha contra el crimen organizado o si, por el contrario, se trata de una victoria simbólica que oculta las complejidades del problema.
La historia del narcotráfico está plagada de figuras como "El Mayo", individuos que amasan fortunas y poder a través de la corrupción y la violencia. Su influencia se extiende como una telaraña, tejiendo redes de complicidad que alcanzan las esferas más altas del poder. En este sentido, la captura y el procesamiento de estos líderes criminales son, sin duda, pasos necesarios. Sin embargo, es ingenuo pensar que la caída de un solo individuo, por más poderoso que sea, desmantelará por completo una estructura criminal tan arraigada. La experiencia nos ha demostrado que la eliminación de un capo a menudo da lugar al surgimiento de nuevos actores, ávidos de ocupar el vacío de poder. Es un ciclo que se repite, una hidra de múltiples cabezas que se regenera constantemente.
Por otro lado, la euforia que rodea la confesión de Zambada no debe eclipsar las preguntas incómodas que este caso plantea. ¿Es Estados Unidos realmente inmune a la corrupción que alimenta el narcotráfico? ¿Son sus agencias y procesos judiciales impecables, libres de cualquier sombra de duda? La historia nos enseña que ningún sistema es perfecto y que la justicia, incluso en las democracias más consolidadas, puede ser vulnerable a las presiones e influencias externas. Es fundamental, pues, exigir transparencia y rendición de cuentas en todos los niveles, no solo del lado mexicano, sino también del estadounidense.
Además, la narrativa simplista que presenta a Estados Unidos como el adalid de la justicia y a México como el socio problemático en la lucha contra el narcotráfico resulta, cuanto menos, reduccionista. Si bien es cierto que México enfrenta enormes desafíos en materia de seguridad y corrupción, no se puede ignorar la responsabilidad que tiene Estados Unidos como el principal consumidor de drogas del mundo. La demanda insaciable del mercado estadounidense es el motor que impulsa el negocio del narcotráfico, y mientras esta demanda persista, la lucha contra el crimen organizado será una batalla cuesta arriba.
En este contexto, la cooperación bilateral entre México y Estados Unidos se vuelve indispensable. No se trata de una relación de subordinación, sino de una alianza estratégica basada en el respeto mutuo y el reconocimiento de las responsabilidades compartidas. La transparencia en los procesos, el intercambio de información y la colaboración en la investigación y persecución de los criminales son pilares fundamentales para construir una verdadera estrategia conjunta contra el narcotráfico. La justicia, como bien decía Rawls, debe ser la primera virtud de las instituciones sociales. Y en la lucha contra el crimen organizado, la justicia exige no solo la captura de los capos, sino también la construcción de un sistema que ataque las raíces del problema, un sistema basado en la cooperación, la transparencia y el reconocimiento de la responsabilidad compartida. Solo entonces podremos aspirar a una victoria real y duradera contra el narcotráfico.
Fuente: El Heraldo de México