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27 de agosto de 2025 a las 06:10

El legado de Death Stranding: ¿Obra maestra incomprendida?

En un mundo saturado de opciones para evadir la realidad, donde el entretenimiento se convierte a menudo en un escape superficial, emergen propuestas que desafían las convenciones y nos invitan a reflexionar sobre nuestra propia humanidad. Death Stranding, la obra maestra de Hideo Kojima, no es simplemente un videojuego, es una experiencia que trasciende el mero entretenimiento y nos confronta con temas tan profundos como la soledad, la conexión y la reconstrucción en un mundo fracturado.

Imaginen un futuro postapocalíptico, donde la civilización se ha desmoronado y la humanidad se encuentra aislada, amenazada por criaturas espectrales. En este desolador panorama, asumimos el rol de Sam Porter Bridges, un repartidor con la titánica tarea de reconectar las ciudades dispersas de Estados Unidos. A través de la Red Quiral, una compleja infraestructura de comunicaciones, Sam se embarca en una odisea que lo llevará a recorrer paisajes desolados, enfrentarse a peligros inimaginables y, sobre todo, a cuestionarse el significado de la conexión humana en un mundo fragmentado.

La propuesta de "jugabilidad social" de Death Stranding, el innovador sistema "Strand", es un elemento crucial que redefine la interacción entre jugadores. Aunque no se encuentren cara a cara en el mundo virtual, los usuarios pueden dejar estructuras, recursos y caminos que otros jugadores podrán utilizar en sus propias partidas. Esta mecánica, aparentemente simple, crea una red invisible de colaboración y apoyo mutuo, un recordatorio constante de que, incluso en la soledad más absoluta, siempre existe la posibilidad de tender puentes y construir conexiones significativas.

La narrativa de Death Stranding es una oda a la esperanza y la resiliencia. En lugar de centrarse en la violencia y la destrucción, el juego nos invita a reconstruir, a unir y a entregar esperanza en un mundo devastado. La entrega de paquetes, una tarea aparentemente mundana, se convierte en un acto simbólico de conexión entre las personas, un recordatorio de que incluso en los momentos más oscuros, la solidaridad y la empatía pueden florecer. Esta visión, tan relevante en la época de su lanzamiento, coincidiendo con el inicio de la pandemia por COVID-19, resonó profundamente con una sociedad global que experimentaba el aislamiento y la incertidumbre de primera mano.

Desde una perspectiva técnica, Death Stranding es una obra de arte digital. Gracias al potente motor Decima, el juego ofrece gráficos impresionantes, animaciones realistas y un mundo abierto inmersivo que nos transporta a un futuro desolador pero a la vez lleno de belleza. La participación de actores de renombre como Norman Reedus, Mads Mikkelsen y Lea Seydoux, junto con la colaboración del visionario Guillermo del Toro, eleva la experiencia narrativa a un nivel cinematográfico sin precedentes.

La innovadora propuesta jugable de Death Stranding, que convierte el simple acto de caminar en un desafío estratégico, dividió a la audiencia. Mientras algunos lo consideraron un "simulador de repartidor" monótono, otros lo celebraron como una obra experimental que redefinía los límites del medio. Sin embargo, más allá de las opiniones polarizadas, la influencia cultural y artística de Death Stranding es innegable. El juego ha generado debates sobre el papel del videojuego como forma de expresión artística y su capacidad para transmitir emociones complejas sin recurrir a la violencia gratuita.

En definitiva, Death Stranding es una experiencia única que trasciende las convenciones del videojuego tradicional. Es una obra que nos invita a reflexionar sobre nuestra propia humanidad, sobre la importancia de las conexiones humanas y sobre la capacidad de reconstruir y encontrar esperanza incluso en los escenarios más desoladores. Hideo Kojima, con su visión audaz y su maestría narrativa, nos demuestra que los videojuegos pueden ser mucho más que un simple entretenimiento: pueden ser vehículos para la introspección, la conexión social y, sobre todo, para explorar la complejidad de la experiencia humana. Una obra que, sin duda, dejará una huella imborrable en la historia del medio.

Fuente: El Heraldo de México