
27 de agosto de 2025 a las 04:40
Belem Guerrero: Plata sobre ruedas
La historia de Belem Guerrero, la ciclista nezatlense que conquistó la plata olímpica en Atenas 2004, nos invita a reflexionar sobre la compleja relación que tenemos los chilangos con la bicicleta. Mientras algunos la ven como un estorbo en el tráfico, otros la abrazan como símbolo de libertad y movilidad. La controversia generada por la ciclovía en Calzada de Tlalpan evidencia esta polarización. ¿Acaso olvidamos que las calles son de todos? ¿Que el derecho a la movilidad no es exclusivo de quienes poseen un automóvil?
Es irónico, ¿no? Muchos automovilistas defienden con uñas y dientes un espacio en la avenida, un carril que históricamente se utilizaba para estacionarse, como si fuera una extensión de su propiedad. Agreden a los ciclistas con frases cargadas de clasismo, como si el volante les otorgara un estatus superior. Se olvidan, quizá, que la mayoría, con o sin coche, pertenecemos a la misma clase trabajadora.
Pero la memoria es selectiva. Cuando un ciclista mexicano triunfa en el extranjero, ese mismo sector que los menosprecia en el tráfico diario, se transforma. De pronto, todos se convierten en expertos en ciclismo, patriotas que celebran con orgullo el logro ajeno. Recordamos entonces a Belem Guerrero, la niña que aprendió a pedalear en las calles de Neza, esas mismas calles que hoy algunos reclaman como propias.
La trayectoria de Belem es un testimonio de perseverancia. Desde sus inicios en los 90, su talento y dedicación la llevaron a destacar en competencias nacionales e internacionales. El oro en los Panamericanos de Mar del Plata 1995 fue solo el preámbulo de un camino lleno de retos, incluyendo una sanción por dopaje que, lejos de derrumbarla, la fortaleció.
Atenas 2004 marcó la cúspide de su carrera. La plata olímpica no solo fue un triunfo personal, sino una victoria para el ciclismo mexicano, una disciplina a menudo relegada a un segundo plano. Belem demostró que con esfuerzo y pasión, se pueden alcanzar las metas más altas, incluso sin el mismo apoyo institucional que reciben otros deportes.
Su historia resonó con fuerza en un país donde el ciclismo, a pesar de su creciente popularidad, aún lucha por un espacio digno en las calles. Belem se convirtió en un símbolo de esperanza para las nuevas generaciones, especialmente para las mujeres que buscan abrirse camino en un mundo deportivo a menudo dominado por hombres.
Tras su retiro en 2008, Belem ha mantenido un perfil bajo, alejada de los reflectores mediáticos. Sin embargo, su legado permanece vivo, inspirando a jóvenes ciclistas a perseguir sus sueños. Su historia nos recuerda que la bicicleta no es solo un medio de transporte, sino una herramienta de empoderamiento, un símbolo de resiliencia y una muestra de que, con dos ruedas y mucha determinación, se puede llegar muy lejos.
En la actualidad, mientras el debate sobre la ciclovía en Tlalpan continúa, la figura de Belem Guerrero nos invita a repensar nuestra relación con la bicicleta y a construir una ciudad más inclusiva, donde la movilidad sea un derecho para todos, sin importar el vehículo que elijamos. Quizás, al recordar su historia, podamos dejar de lado la intolerancia y pedalear juntos hacia un futuro más sostenible y equitativo. Un futuro donde las calles sean, de verdad, para todos.
Fuente: El Heraldo de México