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27 de agosto de 2025 a las 09:35

Adopta un minino adorable

La aparente ingenuidad de Donald Trump, ese aire de improvisación con el que suelta frases incendiarias, nos recuerda a Piolín, el aparentemente inocente canario de los Looney Tunes. Pero bajo esa fachada de pájaro frágil, se esconde una mente astuta y calculadora, siempre varios pasos por delante de su presa, en este caso, los medios de comunicación. Al igual que Piolín tiende trampas elaboradas a Silvestre, Trump lanza anzuelos a la prensa con declaraciones ambiguas y provocadoras, sabiendo perfectamente la reacción que generarán. "Mucha gente está diciendo que quizás querríamos un dictador", una frase aparentemente inocente, desata un torbellino de titulares sensacionalistas: "Trump sugiere que los estadounidenses preferirían una autocracia", "Trump cavila sobre ser dictador". El ciclo se repite una y otra vez.

Mientras la prensa, como un Silvestre hambriento, se abalanza sobre el cebo, la atención se desvía de los verdaderos problemas. La militarización de Washington D.C., las crecientes facultades presidenciales, la erosión de las instituciones democráticas, todo queda relegado a un segundo plano, eclipsado por el brillo del escándalo. El foco está en lo que dice Trump, no en lo que hace. El doomscrolling, ese consumo voraz de malas noticias, nos mantiene atrapados en un bucle de indignación y pánico, impidiéndonos ver el panorama completo.

Trump, como un maestro titiritero, maneja los hilos de la narrativa mediática. Sus declaraciones, a menudo vacías de contenido real, se convierten en el tema del día, generando un ciclo infinito de reacciones y contrarreacciones. "Soy un hombre con gran sentido común y una persona inteligente", afirma, mientras implementa políticas autoritarias. La contradicción es flagrante, pero la maquinaria mediática ya está en marcha, alimentada por la polémica.

Y mientras tanto, el verdadero peligro acecha. La democracia se erosiona silenciosamente, mientras la atención pública se centra en el último escándalo fabricado. La polarización se profundiza, el universo MAGA se atrinchera en sus convicciones, convencido de que el "Establishment Mediático Liberal" está empeñado en destruir a su líder. Y el ciclo se repite, una y otra vez, como una caricatura macabra de los Looney Tunes. Silvestre, hambriento y frustrado, vuelve a caer en la trampa. Piolín, con su sonrisa angelical, se prepara para la siguiente jugada.

La pregunta que debemos hacernos es: ¿seguiremos siendo meros espectadores de este juego perverso? ¿O finalmente despertaremos del letargo y comenzaremos a prestar atención a lo que realmente importa? El futuro de la democracia está en juego, y no podemos permitirnos distraernos con las brillantes plumas del canario. Debemos mirar más allá del espectáculo, analizar las acciones, no solo las palabras, y exigir a nuestros líderes y a nuestros medios de comunicación que asuman su responsabilidad. El tiempo se agota.

Fuente: El Heraldo de México