
27 de agosto de 2025 a las 19:31
Abuelito se quita la vida por dolor crónico
La tragedia que envolvió a la familia Castañeda Bravo el pasado 26 de agosto nos obliga a reflexionar sobre la silenciosa epidemia que se extiende entre nosotros: el suicidio. Don Cerino, un hombre de 87 años, decidió poner fin a su vida en la intimidad de su hogar, en la Avenida Juan Enríquez, en el corazón de Veracruz. La imagen desgarradora que encontraron sus familiares al regresar de sus compras, con Don Cerino suspendido de una soga en las escaleras, es un crudo recordatorio del dolor invisible que muchos cargan.
Aunque las autoridades, a través de la carpeta de investigación 2487/2025 de la Fiscalía General del Estado de Veracruz, están realizando las diligencias correspondientes, la familia ha señalado las enfermedades crónicas que aquejaban a Don Cerino, afecciones pulmonares y renales que, según sus allegados, lo llevaron a tomar esta drástica decisión. El sufrimiento físico constante, unido quizás a la desesperanza y la sensación de carga para su familia, pudo haberlo empujado al límite.
Este caso, lamentablemente, no es aislado. Las cifras del INEGI son alarmantes: cerca de 8,837 suicidios al año en México, una cifra que nos grita la necesidad de prestar atención a la salud mental, de romper el estigma que rodea a la depresión, la ansiedad y el estrés. Estas condiciones, muchas veces silenciadas por vergüenza o desconocimiento, pueden convertirse en trampas mortales si no se tratan adecuadamente.
Si bien los intentos de suicidio en lugares públicos, como el reciente caso de Juan "N" en Xalapa, captan la atención mediática y generan conmoción, los suicidios que ocurren en la intimidad del hogar, como el de Don Cerino, son igual de devastadores y quizás más frecuentes. Estos casos nos recuerdan la importancia de la comunicación familiar, de crear espacios donde se pueda hablar abiertamente del sufrimiento emocional, de estar atentos a las señales de alerta en nuestros seres queridos.
¿Cómo podemos, como sociedad, prevenir estas tragedias? La educación es fundamental. Debemos aprender a reconocer las señales de alerta en nosotros mismos y en quienes nos rodean: cambios de humor, aislamiento social, pérdida de interés en actividades que antes disfrutaban, expresiones de desesperanza, entre otras.
Es crucial también facilitar el acceso a servicios de salud mental. No basta con concientizar, necesitamos que las personas que sufren tengan acceso a profesionales capacitados que puedan brindarles el apoyo y el tratamiento que necesitan. Debemos romper las barreras económicas, geográficas y culturales que impiden a muchos buscar ayuda.
La historia de Don Cerino es un llamado a la acción. No podemos permitir que más vidas se pierdan en silencio. Debemos construir una sociedad más empática, donde la salud mental sea una prioridad y donde quienes sufren sepan que no están solos, que hay ayuda disponible y que siempre hay esperanza. Es hora de romper el silencio y hablar abiertamente sobre el suicidio, para que tragedias como esta dejen de ocurrir.
Fuente: El Heraldo de México