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27 de agosto de 2025 a las 01:20

Alerta en NY: Legionelosis, la enfermedad del agua

La sombra de la legionelosis vuelve a cernirse sobre la Gran Manzana. Nueva York, una ciudad que late con la energía de millones, se enfrenta a un brote de esta enfermedad respiratoria, un fantasma que resurge periódicamente para recordarnos la fragilidad de nuestra salud pública. Seis vidas segadas, 112 casos confirmados y la inquietud palpable en el aire, nos obligan a repasar las claves de esta amenaza invisible que se esconde en el agua que nos rodea.

La Legionella, una bacteria ubicua en ambientes acuáticos, encuentra su caldo de cultivo ideal en sistemas de agua artificiales descuidados. Torres de enfriamiento, aires acondicionados, humidificadores… estructuras diseñadas para nuestro confort, se convierten en incubadoras silenciosas si no reciben el mantenimiento adecuado. La inhalación de aerosoles contaminados, partículas microscópicas que flotan en el aire, es la puerta de entrada a la infección. Es crucial recalcar, ante la alarma generada, que el agua potable de los edificios neoyorquinos ha sido descartada como fuente de contagio por las autoridades sanitarias, lo que ofrece un cierto alivio, aunque no elimina la preocupación.

La legionelosis se manifiesta en dos formas: la fiebre de Pontiac, una versión más leve con síntomas gripales que generalmente remite sin tratamiento, y la enfermedad del legionario, la forma pulmonar, considerablemente más grave. Esta última, con un periodo de incubación de hasta 10 días, se presenta con un abanico de síntomas que van desde fiebre alta y tos persistente hasta dolores musculares, cefaleas y confusión. En los casos más severos, la neumonía y las complicaciones respiratorias pueden ser fatales, especialmente para personas con sistemas inmunológicos debilitados, adultos mayores y pacientes con enfermedades crónicas. Es una amenaza que exige vigilancia y una respuesta rápida.

El espectro de Filadelfia 1976, el año en que la legionelosis se identificó por primera vez, planea sobre el presente. Aquel brote, que dejó una huella imborrable en la historia de la salud pública, nos recuerda la importancia de la prevención. Si bien no existe una vacuna específica, la desinfección regular y el mantenimiento riguroso de los sistemas de agua son nuestras mejores armas. La limpieza periódica, el uso de biocidas adecuados y el control exhaustivo de la temperatura del agua, especialmente en torres de enfriamiento, son medidas cruciales para evitar la proliferación de la bacteria.

Las autoridades neoyorquinas, con la experiencia acumulada a lo largo de los años –recordemos que se reportan entre 200 y 800 casos anuales en la ciudad–, han desplegado una investigación exhaustiva. Doce torres de enfriamiento en diez edificios diferentes están bajo la lupa, sospechosas de ser el origen del brote. Estos sistemas, con su agua templada y estancada, son el hábitat perfecto para la Legionella, especialmente en el rango de temperatura entre 20 y 50 grados centígrados.

La lucha contra la legionelosis es una batalla constante que exige la colaboración de todos. Desde las autoridades sanitarias, encargadas de la vigilancia y el control, hasta los propietarios de edificios, responsables del mantenimiento de sus instalaciones, pasando por cada uno de nosotros, informados y conscientes de las medidas preventivas. La salud pública es un tesoro que debemos proteger con diligencia.

Fuente: El Heraldo de México