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24 de agosto de 2025 a las 10:10
Ucrania: ¿Jaque mate?
La guerra en Ucrania ha desmantelado la fachada de la narrativa occidental, revelando las grietas en su estrategia y la fragilidad de sus construcciones simbólicas. Zelensky, presentado inicialmente como un David frente al Goliat ruso, se ha visto reducido a un peón en un tablero geopolítico mucho más complejo. La imagen heroica, cuidadosamente esculpida por los medios occidentales, se desdibuja ante la cruda realidad de un conflicto que desangra a su país. La promesa de una victoria rápida y contundente, alimentada por la propaganda y las sanciones, se desvanece ante la tenacidad rusa y la creciente fatiga de los aliados europeos.
Mientras tanto, la demonización de Putin, reducido a una caricatura del autócrata irracional, ha demostrado ser una herramienta retórica ineficaz a largo plazo. Moscú, lejos de sucumbir al aislamiento y la presión internacional, ha actuado con una frialdad estratégica que Occidente subestimó. El encuentro en Alaska, más allá de los detalles protocolarios, simboliza el reconocimiento tácito de esta realidad. Putin, recibido con honores en suelo occidental, reafirma su posición como actor ineludible en el escenario global. El diálogo directo, antes negado, se abre como la única vía posible para la resolución del conflicto.
Europa, atrapada en su propia retórica de valores y democracia, emerge como la gran perdedora. Su industria, golpeada por las consecuencias de las sanciones y la crisis energética, se tambalea. Sus ciudadanos, agobiados por la inflación y el aumento del costo de la vida, pagan el precio de una guerra que no eligieron. La Unión Europea, que aspiraba a liderar un nuevo orden multilateral, se ve relegada a un papel secundario, observando impotente cómo Washington y Moscú redefinen el equilibrio de poder.
La visita de Zelensky a la Casa Blanca, flanqueado por líderes europeos, pretende proyectar una imagen de unidad transatlántica. Sin embargo, la puesta en escena no puede ocultar la realidad: el centro de gravedad de las negociaciones se ha desplazado hacia Washington y Moscú. La mediación de Trump, en un giro irónico del destino, se presenta como la única salida viable para un conflicto que Europa no ha sabido gestionar.
La paradoja es palpable: el héroe construido se desmorona, el villano demonizado se fortalece, y Europa, atrapada en sus propias contradicciones, observa impotente el ocaso de su influencia. La guerra en Ucrania no solo ha reconfigurado el mapa geopolítico, sino que ha expuesto las limitaciones de la narrativa occidental y la fragilidad de sus construcciones simbólicas. La realidad, terca e implacable, se impone sobre las ficciones creadas para justificar errores estratégicos y ocultar la decadencia de un orden en franca transformación. La pregunta que queda en el aire es: ¿qué papel jugará Europa en este nuevo escenario? ¿Aceptará su nuevo rol o buscará reafirmar su autonomía en un mundo cada vez más polarizado? El futuro del continente, y quizás del mundo, depende de la respuesta a esta interrogante.
Fuente: El Heraldo de México