La tragedia de Nikki, una joven de 28 años brutalmente asesinada en Greater Noida, ha conmocionado a la India y puesto en evidencia la lacra de la violencia doméstica y la avaricia que, en ocasiones, se esconde tras la tradición de la dote. El relato de los hechos, reconstruido a partir de las investigaciones policiales y el desgarrador testimonio de su hijo de seis años, dibuja un panorama de horror difícil de asimilar. Imaginen la escena: un niño, apenas un infante, presenciando cómo su padre y abuelos atacan a su madre, la golpean, la arrastran del cabello, la rocían con un líquido inflamable y le prenden fuego. Un acto de barbarie inimaginable que quedará grabado para siempre en la memoria de ese pequeño, una cicatriz invisible que lo acompañará toda su vida.

La avaricia, según las investigaciones, fue el móvil del crimen. Vipin Bhati, esposo de Nikki, y su familia, insatisfechos con las joyas y el dinero entregados como dote, exigían más, una suma que la familia de Nikki no podía afrontar. Ante la negativa, la joven se convirtió en blanco de constantes agresiones, un infierno que culminó con su trágica muerte. El testimonio de Kanchan, hermana de Nikki, añade otra capa de horror a la historia. Ambas fueron víctimas de palizas y torturas, un calvario que duró días y que ilustra la impunidad con la que actuaban los agresores. "Pedían más dinero y cuando no se los dimos, comenzaron las atrocidades", declaró Kanchan, una frase que resume la crueldad y la codicia que impulsaron este crimen.

Las imágenes de Nikki, herida y tambaleándose por las escaleras, momentos antes de desplomarse, son un testimonio mudo de la brutalidad que sufrió. Su intento desesperado por escapar, su cuerpo quemado, su agonía… son imágenes que han conmocionado a la opinión pública y que claman por justicia.

La huida de Vipin Bhati tras el crimen, el disparo que recibió en la pierna durante su arresto, y su fría justificación –“ella misma se buscó ese destino”– revelan la falta de arrepentimiento y la frialdad de un hombre capaz de cometer semejante atrocidad. Su actitud desafiante añade aún más dolor a la familia de Nikki, que exige justicia y que se castigue con todo el peso de la ley a los responsables de este crimen horrendo.

El padre de Nikki, con el corazón destrozado, pide no solo la condena de los culpables, sino también la demolición de la casa donde ocurrió el asesinato, un lugar que se ha convertido en un símbolo del horror y la violencia. "No solo mataron a mi hija, destruyeron a toda nuestra familia", afirmó, una frase que resume el impacto devastador de este crimen en la vida de quienes amaban a Nikki.

Este caso no es un hecho aislado. Es un reflejo de la violencia que sufren muchas mujeres en la India, un problema social profundo que requiere una respuesta contundente por parte de las autoridades. La historia de Nikki debe servir para concienciar a la sociedad sobre la necesidad de erradicar la violencia de género y para exigir justicia para todas las víctimas. Es un llamado a la acción, una invitación a reflexionar sobre la importancia de proteger a las mujeres y a garantizarles una vida libre de violencia. La memoria de Nikki, su lucha por sobrevivir, su trágico final, no deben quedar en el olvido. Su historia debe ser un recordatorio constante de la necesidad de construir una sociedad más justa e igualitaria, donde la vida de las mujeres sea valorada y protegida.