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23 de agosto de 2025 a las 14:20

México: ¿El país más sísmico?

Septiembre, un mes que nos recuerda la fuerza impredecible de la naturaleza y la importancia de la prevención. Dos fechas, dos 19 de septiembre, grabados en la memoria colectiva de México como recordatorios de la constante amenaza sísmica que enfrentamos. Pero más allá del recuerdo, estas fechas nos impulsan a la acción, a la preparación, a la construcción de una cultura de prevención sólida y eficaz.

No es casualidad que México realice simulacros nacionales cada 19 de septiembre. Vivimos en un país con una geografía compleja, un punto de encuentro de cinco placas tectónicas: Norteamérica, Pacífico, Cocos, Rivera y Caribe. Esta interacción constante es la responsable de la intensa actividad sísmica que caracteriza a nuestro territorio. Imaginen la Tierra como un rompecabezas gigante, y México justo en la unión de varias piezas, en constante movimiento.

La famosa falla de San Andrés, en Baja California, es solo una de las manifestaciones de esta dinámica geológica. A ella se suman los sistemas de fallas de Mexicali-Imperial y Bavispe en el norte, las que atraviesan el Eje Neovolcánico, y las del sur, en Oaxaca, Guerrero y Chiapas, donde la placa de Cocos se subduce bajo la Norteamericana, liberando energía en forma de sismos.

Miles de sismos se registran cada año en México. La mayoría son imperceptibles, pequeños susurros de la tierra. Pero la posibilidad de un evento de gran magnitud siempre está latente. El Anillo de Fuego del Pacífico, ese cinturón de intensa actividad sísmica y volcánica que rodea el Océano Pacífico, nos coloca en una zona de alto riesgo. El 90% de los terremotos más poderosos del planeta se originan en esta zona, y México se encuentra justo en su corazón.

La Ciudad de México, construida sobre el lecho de un antiguo lago, es particularmente vulnerable. El terreno blando amplifica las ondas sísmicas, haciendo que los movimientos se sientan con mayor intensidad. Los microsismos, esos temblores breves y superficiales, son un recordatorio constante de esta realidad. Aunque no causan grandes daños, nos mantienen alerta, nos recuerdan que vivimos en una ciudad en constante movimiento.

Ante este panorama, la prevención se convierte en nuestra mejor herramienta. Conocer nuestro entorno, identificar las zonas de riesgo, preparar un kit de emergencia, establecer rutas de evacuación y participar activamente en los simulacros son medidas fundamentales. No se trata de vivir con miedo, sino con responsabilidad.

La cultura de la prevención no se construye de la noche a la mañana. Es un proceso continuo, un aprendizaje constante. Implica informarse, compartir conocimientos, practicar las medidas de seguridad y sobre todo, entender que la prevención es una tarea colectiva. Desde las instituciones gubernamentales hasta cada individuo, todos tenemos un rol que desempeñar en la construcción de un México más resiliente ante los desastres naturales. La prevención es una inversión en el futuro, una apuesta por la vida.

Fuente: El Heraldo de México