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23 de agosto de 2025 a las 18:50

Libertad Negada: El Caso Menéndez Continúa

El eco del brutal asesinato de José y Kitty Menéndez, perpetrado por sus propios hijos en la opulencia de su mansión de Beverly Hills, continúa resonando más de tres décadas después. La reciente denegación de libertad condicional a Lyle Menéndez, tras la misma decisión para su hermano Erik, reabre viejas heridas y aviva el debate en torno a un caso que ha cautivado y horrorizado a la nación. La junta de libertad condicional, tras una exhaustiva evaluación, determinó que Lyle, a sus 57 años, sigue representando una amenaza para la sociedad, un veredicto que asesta un duro golpe a la creciente ola de apoyo online que abogaba por su liberación.

Este movimiento, impulsado por familiares y figuras públicas como Kim Kardashian, se ha nutrido de una narrativa que presenta a los hermanos Menéndez como víctimas de años de abuso parental. Sin embargo, la comisión judicial, imperturbable ante la presión mediática, se centró en la frialdad y premeditación del crimen, recordando la brutalidad con la que José y Kitty fueron acribillados a balazos. La imagen de Kitty, intentando desesperadamente escapar de sus propios hijos mientras recibía el disparo mortal, permanece grabada en la memoria colectiva, un crudo recordatorio de la tragedia que se desarrolló aquella noche.

La audiencia, celebrada por videoconferencia desde la prisión de San Diego donde ambos hermanos cumplen condena, puso de manifiesto las contradicciones y ambigüedades que aún rodean el caso. Lyle, visiblemente emocionado, expresó su remordimiento y asumió la responsabilidad del crimen, desligando a su "hermanito" Erik. Sin embargo, la junta cuestionó la sinceridad de su arrepentimiento, señalando infracciones disciplinarias en prisión, como el uso de teléfonos móviles, y citando evaluaciones psicológicas que lo describen como manipulador y reacio a aceptar las consecuencias de sus actos.

La sombra de la manipulación se cierne sobre la defensa de los hermanos, quienes inicialmente intentaron atribuir el asesinato a la mafia. Solo después, Erik confesó el crimen a su psicoterapeuta, desvelando una historia de supuesto abuso emocional y sexual por parte de su padre. Esta revelación, en el contexto de una creciente conciencia social sobre el abuso infantil, contribuyó a humanizar la imagen de los hermanos y a alimentar la narrativa de la defensa propia.

No obstante, la fiscalía siempre mantuvo que el móvil del crimen fue la codicia, el deseo de acceder a la fortuna familiar. La frialdad con la que planearon y ejecutaron el asesinato, la compra de entradas de cine para fabricar una coartada, y el posterior derroche de dinero en coches de lujo y relojes, apuntan a una premeditación incompatible con la tesis del acto desesperado en defensa propia.

La decisión de la junta de libertad condicional no cierra definitivamente el caso. Los hermanos podrán solicitar una nueva revisión en tres años. Sin embargo, el camino hacia la libertad se presenta arduo y sembrado de obstáculos. La sociedad, dividida entre la compasión por las posibles víctimas de abuso y la repulsión ante la brutalidad del crimen, seguirá debatiendo la culpabilidad y el castigo de los hermanos Menéndez, un caso que continúa desafiando los límites de la justicia y la moral. Mientras tanto, en la fría realidad de la prisión, Lyle y Erik deberán confrontar el peso de sus actos y la incertidumbre de un futuro marcado por la tragedia. El fantasma de sus padres, asesinados en la flor de la vida, seguirá persiguiéndolos, un recordatorio constante del precio irreparable de su crimen.

Fuente: El Heraldo de México