Logo
NOTICIAS
play VIDEOS

Inicio > Noticias > Crítica de Arte

22 de agosto de 2025 a las 09:25

Prioriza lo importante.

Adentrarse en la exposición "Derivas de la forma escultórica: irrupción y densidad" en el Museo de Arte Moderno es como navegar en un mar picado con un mapa incompleto. La ambiciosa promesa de un "conciso panorama" del desarrollo escultórico desde la década de 1930 hasta la actualidad naufraga en una sala abarrotada, donde la falta de espacio ahoga el diálogo entre las obras y la ausencia de nombres clave, como Germán Cueto y Manuel Felguérez, deja al espectador con la sensación de un relato inconcluso.

Si bien el texto de sala, firmado por los curadores Katnira Bello y Silverio Orduña, intenta justificar la selección como una síntesis representativa, la realidad es que 42 obras de 38 artistas en un solo espacio resultan en una indigestión visual. La curaduría parece haber priorizado la cantidad sobre la calidad, sacrificando la coherencia narrativa en aras de una supuesta exhaustividad que, a todas luces, no se alcanza. El resultado es un conjunto dispar, donde obras maestras conviven con piezas menos afortunadas, generando una confusión estilística que dificulta la comprensión del panorama escultórico que la exposición pretende mostrar.

La pretensión de abarcar casi un siglo de evolución artística en un espacio limitado es, sin duda, un desafío titánico. Sin embargo, la selección de obras no logra articular un discurso claro sobre las transformaciones de la escultura a lo largo del tiempo. Se echa en falta una mayor atención a la diversidad de materiales, técnicas y corrientes que han moldeado la escultura mexicana, desde la tradición figurativa hasta las vanguardias más experimentales. La ausencia de artistas clave de la escultura abstracta, como Helen Escobedo, refuerza la sensación de un recorrido incompleto.

Más allá de la selección de obras, la museografía también juega en contra de la exposición. La acumulación de piezas en un espacio reducido impide apreciar las obras en su totalidad, obligando al espectador a una gimnasia visual que distrae de la contemplación. La falta de espacio entre las esculturas genera un ruido visual que dificulta la lectura individual de cada pieza, impidiendo que el público se conecte con la materialidad, la forma y el concepto de cada creación.

La exposición plantea interrogantes sobre los criterios de selección y la narrativa curatorial. ¿Qué define la "irrupción" y la "densidad" en la escultura? ¿Cómo se articula el diálogo entre obras de diferentes épocas y estilos? La falta de respuestas claras deja al espectador a la deriva, en un mar de formas y materiales sin un rumbo definido. En lugar de ofrecer un panorama conciso del desarrollo escultórico, la exposición se disuelve en una colección fragmentada que no hace justicia a la riqueza y complejidad del arte escultórico en México.

Fuente: El Heraldo de México