
22 de agosto de 2025 a las 09:20
¿Política infantil? ¡Despierta!
La inmediatez de nuestra era, como una corriente impetuosa, arrastra consigo la profundidad del debate público, dejándonos varados en la orilla de la trivialización. La política, antaño escenario de argumentos sólidos y análisis concienzudos, se ha transformado en un espectáculo donde el sintetismo y la superficialidad reinan. Los datos, el conocimiento profundo y la razón, herramientas esenciales para la construcción de un futuro mejor, son relegados a un segundo plano, eclipsados por la inmediatez y la simplicidad.
Los medios de comunicación, en lugar de actuar como faros que iluminen el camino hacia la comprensión, a menudo amplifican este fenómeno. Priorizando la brevedad y la superficialidad, contribuyen a la difusión de posturas carentes de fundamento en áreas cruciales como la economía, la ciencia y la política. En este escenario, la racionalidad se desvanece, reemplazada por un lenguaje infantil que nos aleja de la complejidad de los grandes temas que nos interpelan como humanidad.
El profesor Juan M. Blanco, en su revelador artículo "La incontenible infantilización de Occidente", nos alerta sobre esta preocupante tendencia. Sociólogos, antropólogos y psicólogos, como centinelas vigilantes, han observado la reducción de la sociedad postindustrial a su mínima expresión en términos de reflexión y análisis. A pesar del aumento de la esperanza de vida, muchas personas adultas se aferran a actitudes propias de la adolescencia, un fenómeno que se extiende a diversos ámbitos de la vida social, incluyendo la política, donde la falta de experiencia puede tener consecuencias significativas.
Paradójicamente, la baja natalidad y la emergencia de generaciones más pequeñas han elevado la juventud a la categoría de ideal, no solo estético, sino también comportamental. La búsqueda de la eterna juventud se ha convertido en una obsesión que trasciende lo físico, manifestándose en hábitos y actitudes que rechazan la madurez y los aprendizajes que el paso del tiempo ofrece. La experiencia y el conocimiento, antes considerados valiosos, ahora se perciben como obstáculos en esta carrera contra el tiempo.
Marcel Danesi, en su obra "Forever Young", complementa este análisis, explorando cómo la adolescencia se prolonga a edades insospechadas, dando lugar a una sociedad cada vez más inmadura. En este contexto, las expectativas sobre la vida aumentan, mientras que la comprensión del mundo que nos rodea disminuye. La inmadurez deja de ser una etapa transitoria para convertirse en una condición permanente, incluso deseable.
Esta sociedad inmadura, describe Danesi, se caracteriza por la docilidad, la inmediatez y el consumo voraz de contenidos banales. Memes, chismes y videos virales sin valor informativo inundan nuestros dispositivos, alimentando una constante necesidad de dopamina. Esta progresiva analfabetización funcional nos adormece, creando grupos sociales que demandan cada vez más, sin comprender la complejidad de su entorno.
La infantilización del tejido social occidental no se limita al ámbito interno, sino que también impacta la política internacional. El diálogo y la cooperación, herramientas esenciales para la resolución de conflictos, son reemplazados por la imposición y la fuerza. La diplomacia, que requiere paciencia y madurez, se ve desplazada por la acción unilateral, generando conflictos más profundos a largo plazo.
En este escenario, el lenguaje político se convierte en un campo de batalla donde las ideas complejas son sacrificadas en el altar de la simplificación. La hipótesis de la relatividad lingüística de Benjamin Lee Whorf cobra especial relevancia: la estructura del lenguaje que utilizamos influye en nuestra forma de pensar y percibir la realidad. Construimos nuestro entorno a través del lenguaje, y un lenguaje empobrecido nos conduce a una comprensión limitada del mundo.
James Coté y Gary Cross nos recuerdan que estas tendencias infantilizantes no son nuevas. Sin embargo, la omnipresencia de los teléfonos inteligentes y las redes sociales ha normalizado y gratificado estas disposiciones infantiles, acentuando conductas que impactan significativamente la participación política en las sociedades occidentales.
La degradación del debate público no es un fenómeno inevitable. La búsqueda del conocimiento, el cultivo del pensamiento crítico y la valoración de la experiencia son antídotos contra la trivialización y la inmadurez. El futuro de nuestras sociedades depende de nuestra capacidad para recuperar la profundidad del pensamiento y la complejidad del análisis, construyendo un espacio público donde la razón y el conocimiento sean los protagonistas.
Fuente: El Heraldo de México