
22 de agosto de 2025 a las 23:05
¡Evita el caos vial en Santa Fe!
La tensión se palpa en el aire, espesa como la nube de humo que se eleva desde las llantas quemadas. El asfalto de la México-Toluca, a la altura de Santa Fe, se ha convertido en un escenario de indignación y desesperanza. Kilómetros de autos, atrapados en una telaraña de metal y cristal, reflejan la impotencia de cientos de conductores varados. Desde Puerta Santa Fe hasta la incorporación con Constituyentes, el flujo vehicular es un recuerdo lejano, reemplazado por un mar de claxons frustrados y rostros desencajados. La carretera federal, una alternativa precaria, se satura rápidamente, agravando el colapso vial que estrangula la ciudad.
El motivo de esta parálisis: la justicia pendiente para Orlando. Un joven de 27 años cuya vida fue truncada en la Glorieta Salvador Agraz, el mismo punto donde ahora resuena el clamor de sus seres queridos. Un atropellamiento que, según denuncian, permanece impune. Meses después de la tragedia, la carpeta de investigación parece estancada, sin avances visibles, sin detenidos. La promesa de justicia se desvanece en un laberinto burocrático, alimentando la rabia y la frustración de quienes exigen respuestas.
No es la primera vez que la México-Toluca se convierte en el escenario de su dolor. Desde octubre de 2024, los familiares y amigos de Orlando han tomado las calles, interrumpiendo el tráfico, gritando su indignación a una sociedad que parece indiferente a su tragedia. Cierres viales que se convierten en un grito desesperado, una súplica por justicia en un país donde la impunidad a menudo prevalece.
Las pancartas que portan los manifestantes, manchadas por la lluvia y el hollín, son un testimonio mudo de su lucha. Fotografías de Orlando, sonriente, contrastan con la crudeza del presente. Rostros curtidos por el sol y el dolor, reflejan la determinación de no claudicar. Voces roncas, gastadas por el llanto y la indignación, exigen que se esclarezca la muerte de Orlando. "¿Hasta cuándo?", se preguntan, "¿cuántas vidas más deben perderse para que las autoridades actúen?".
El eco de sus reclamos retumba en los edificios corporativos que flanquean la autopista, un recordatorio incómodo de la desigualdad y la injusticia que permean la sociedad. Mientras los automovilistas atrapados en el tráfico maldicen su suerte, los manifestantes se aferran a la esperanza de que su lucha no sea en vano. La México-Toluca, convertida en un símbolo de la parálisis y la desesperanza, es también el escenario de una batalla por la justicia, una batalla que apenas comienza. La pregunta que queda en el aire, pesada como la atmósfera que se respira en Santa Fe, es si la sociedad, atrapada en su propia inercia, será capaz de escuchar el clamor de quienes exigen justicia para Orlando.
Fuente: El Heraldo de México