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22 de agosto de 2025 a las 09:20
El veneno en tu vecindario
La inversión extranjera es un tema complejo, una moneda de dos caras. Por un lado, la promesa de desarrollo económico, la inyección de capital que tanto necesitamos para impulsar el crecimiento y generar empleos. Pero por otro, la sombra inquietante de la explotación, la posibilidad de que nuestros recursos naturales y, lo que es peor, nuestra salud, se conviertan en moneda de cambio. No podemos, no debemos, sacrificar nuestro bienestar en el altar del progreso económico.
El Dr. Barreda Marín, una voz autorizada en la materia, pinta un panorama desolador. Habla de "infiernos ambientales", lugares donde la acumulación de industrias, la falta de regulación y la corrupción desenfrenada han creado un cóctel explosivo de contaminación. No se trata de una fábrica que vierte sus desechos en un río, sino de una superposición de industrias, de agroindustrias que abusan de plaguicidas, de minas que extraen minerales dejando tras de sí un paisaje desolado, de la basura que generamos en las ciudades y que termina contaminando nuestras aguas. Un círculo vicioso donde la degradación ambiental se alimenta a sí misma.
El caso de El Salto, Jalisco, es un ejemplo escalofriante de esta realidad. Un río envenenado con cianuro y mercurio, una brisa tóxica que enferma a los niños, autoridades que miran hacia otro lado y ocultan la información. ¿Cómo es posible que en pleno siglo XXI sigamos tolerando este tipo de atropellos? ¿Cómo podemos hablar de progreso cuando nuestros niños sufren retraso mental por la contaminación? La prohibición impuesta a la Dra. Domínguez, quien se atrevió a revelar la verdad, es una muestra más de la complicidad del gobierno con las empresas contaminantes.
El Dr. Barreda habla de 70 zonas altamente contaminadas en el país, mientras el gobierno solo reconoce tres. ¿Dónde está la verdad? ¿A quién le creemos? La evidencia está ahí, en los cuerpos enfermos de los niños, en los ríos envenenados, en el aire irrespirable. No podemos seguir ignorando las señales. Necesitamos una política de inversión extranjera que priorice la salud de la población y la protección del medio ambiente. No podemos permitir que la avaricia de unos pocos ponga en riesgo el futuro de todos.
La inversión extranjera es necesaria, sí, pero no a cualquier precio. No podemos seguir hipotecando nuestro futuro por un puñado de dólares. Es hora de exigir a nuestros gobernantes que actúen con responsabilidad y que pongan la salud de la población por encima de los intereses económicos. El desarrollo económico no puede ser sinónimo de destrucción ambiental y enfermedad. Tenemos que encontrar un equilibrio, un camino que nos permita crecer sin sacrificar lo más valioso que tenemos: nuestra salud y nuestro planeta. El futuro de nuestros hijos depende de ello.
Fuente: El Heraldo de México