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23 de agosto de 2025 a las 01:45

El bikini: resistencia y libertad en tu cuerpo

El verano, ese anhelo de días largos y noches estrelladas, debería ser sinónimo de libertad, no de opresión. Debería oler a salitre, a protector solar, a sandía fresca, no a la amargura de la culpa y la obsesión por la báscula. Sin embargo, para muchas mujeres, la llegada del calor se convierte en un campo de batalla donde el enemigo no es el sol, sino el propio reflejo en el espejo. En un país donde el peso del bikini se siente más que el del pasaporte, la presión por alcanzar un ideal estético inalcanzable se intensifica.

María Elena Esparza Guevara, fundadora de Ola Violeta, no duda en llamar a las cosas por su nombre: violencia estética. Un racismo sutil pero penetrante, un negocio multimillonario disfrazado de "cuidado personal" que lucra con la inseguridad. En México, ser mujer implica vivir bajo el escrutinio constante de un canon imposible: más joven, más delgada, más blanca… o invisible. En su conversación con El Heraldo de México, Esparza desmonta el mito del "cuerpo de bikini" y señala a los verdaderos culpables de esta epidemia de insatisfacción corporal.

Si bien parece que la diversidad corporal gana terreno en el discurso público, la realidad es que una de las prendas más pequeñas, el bikini, se convierte en un instrumento de opresión para muchas. Esparza argumenta que esta prenda está cargada de cánones de belleza profundamente arraigados, casi imposibles de alcanzar en un país tan diverso como México. "Parece que el bikini está reservado para quienes se acercan a un estereotipo de belleza irreal", afirma.

Las cifras son alarmantes: el 25% de los adolescentes mexicanos padecen trastornos alimenticios, con una proporción de 10 mujeres por cada hombre. Esta disparidad se debe, en gran medida, a la ausencia de mensajes sobre la imagen corporal masculina, mientras que las mujeres se enfrentan a una presión constante. La preparación para usar un bikini se convierte en un ritual doloroso y riesgoso, que incluye desde la depilación excesiva hasta dietas extremas, especialmente entre las adolescentes, en una etapa crucial de formación de su identidad.

"Aunque es la prenda más pequeña, su peso emocional es enorme", explica Esparza. "Muchas mujeres condicionan sus vacaciones, su descanso, a alcanzar una meta física que no debería ser un requisito para disfrutar de un derecho." ¿Cuántas veces hemos escuchado historias de mujeres que ponen en riesgo su salud por encajar en un molde irreal? Las redes sociales, con sus filtros y cuerpos retocados, amplifican esta presión, creando una realidad distorsionada donde la perfección anatómica es la norma.

Esparza considera el concepto del "cuerpo de bikini" como una forma de violencia simbólica dentro de la violencia de género. Una imposición social dirigida a los atributos físicos femeninos, reforzada por un sistema patriarcal que mina la autoestima, genera ansiedad, depresión e incluso ideación suicida. "Es una tortura que acaba con la autoestima y tiene graves implicaciones para la salud mental", sentencia.

Afortunadamente, el movimiento feminista contemporáneo se alza contra estos mandatos, promoviendo la diversidad corporal y el rechazo a los estereotipos. Las mismas redes sociales que nos oprimen se convierten en plataformas de resistencia, donde activistas y colectivas cuestionan la homogeneidad de la belleza y muestran la riqueza de cuerpos diversos, saludables y dignos de ser mostrados sin culpa.

Celebrar la edad, aceptar el propio cuerpo y rechazar la comparación constante son actos de rebeldía. Cada vez más referentes femeninas, dentro y fuera de las redes, demuestran que la belleza no se limita a un único molde. "Esto abre una ventana de esperanza para las niñas, adolescentes y mujeres de todas las edades, especialmente en un contexto donde la gerontofobia, el miedo a envejecer, está tan presente", afirma Esparza.

El bikini también se utiliza como instrumento de sexualización. Desde la infancia, las niñas son expuestas a ideales que dictan cómo debe verse su cuerpo para ser aceptado. La ropa con rellenos, la depilación temprana y la comparación constante con modelos mediáticas refuerzan el mensaje de que el cuerpo femenino debe ser delgado, joven y sexualmente atractivo para tener valor.

El capitalismo, cómplice del patriarcado, no solo impone estereotipos de belleza, sino que mercantiliza la libertad del cuerpo. Esparza señala la paradoja de plataformas como OnlyFans, donde la autonomía se traduce en ganancias económicas, pero bajo condiciones que privilegian ciertos cuerpos. El empoderamiento femenino se condiciona a la capacidad de cumplir con un ideal, perpetuando las mismas estructuras que pretende desafiar. "El capitalismo mercantiliza la vida y le pone precio a todo, incluso a la dignidad de los cuerpos", explica.

El autocuidado, un concepto clave en la resistencia corporal, también ha sido cooptado por el capitalismo. Rutinas de skincare carísimas, aparatos complejos y una estética blanca y eurocéntrica convierten el cuidado personal en un lujo inaccesible para la mayoría. Esparza insiste en que el autocuidado, tanto físico como mental, es un derecho, y es crucial adaptarlo a la realidad de cada persona.

La resistencia corporal implica cuestionar las motivaciones detrás de cada acción. ¿Por qué usamos bikini? ¿Para disfrutar o para buscar aprobación? Estas preguntas pueden ayudarnos a romper con patrones de comportamiento normalizados que atentan contra nuestro bienestar. Reconocer que muchas conductas son resultado de la presión externa nos permite tomar decisiones conscientes y liberar nuestros cuerpos de mandatos impuestos.

La resistencia no es solo individual, es colectiva. Movimientos feministas, colectivas de diversidad corporal y campañas en redes sociales visibilizan cuerpos distintos, celebran la pluralidad y desafían los estándares que históricamente han excluido a gran parte de la población. "Debemos opinar menos sobre el cuerpo de las demás y respetar la historia de cada cuerpo. Todos los cuerpos son válidos", declara Esparza.

El cuerpo no es un objeto de consumo ni un medio de validación social, sino un espacio de dignidad, placer y autonomía. Cada acto de aceptación del propio cuerpo, cada bikini usado sin culpa y cada decisión de priorizar el bienestar personal es una forma de resistencia contra un sistema que ha mercantilizado y disciplinado la vida femenina.

"El cuerpo que nos sostiene es el cuerpo más bello", afirma Esparza con convicción. "Su belleza reside en su capacidad de respirar, de comer, de vivir. Reducirlo a un objeto estético es un error, porque incluso la belleza que se ajusta al estereotipo occidental es pasajera. Todo envejece."

No necesitamos más veranos en guerra con nuestro cuerpo. No nos robarán el mar, la playa ni el derecho a existir sin pedir permiso. El "cuerpo de bikini" no existe; existe la violencia que lo inventó para domesticarnos y vendernos una falsa libertad. Si nuestras abuelas lucharon por votar y nuestras madres por decidir, nosotras lucharemos por ocupar el espacio, todo el espacio, con nuestra piel, nuestras arrugas, nuestras estrías y nuestras historias. El próximo verano no nos encontrará contando calorías, sino contando aliadas con diferentes corporalidades.

Fuente: El Heraldo de México