
22 de agosto de 2025 a las 09:20
Culpa y Espera: El Dilema Laboral
La historia de Millfoods en Salamanca se asemeja a una telaraña de promesas incumplidas, donde las víctimas principales, los trabajadores, quedan atrapados en una red de acusaciones cruzadas. Mientras la empresa hondureña y el Grupo Inmobiliario Arrendador (GIASA) se enfrascan en una batalla de comunicados, la incertidumbre crece y el futuro de decenas de familias pende de un hilo. ¿Quién dice la verdad? ¿Quién se hará responsable de los salarios impagos y las deudas acumuladas? El silencio de las autoridades locales ante este conflicto laboral es ensordecedor, mientras la desesperación de los afectados aumenta día a día.
GIASA, en su defensa, presenta una versión que contrasta fuertemente con la narrativa de Millfoods. No solo alegan el incumplimiento de pagos desde agosto de 2024, sino que también acusan a la agroindustrial de rescindir el contrato unilateralmente, apoderándose de una planta procesadora de maíz en pleno funcionamiento y generando ganancias. Presentan un panorama donde Millfoods se beneficia del trabajo y la inversión de GIASA, mientras ignora las facturas y los compromisos adquiridos. Incluyen, además, el detalle de que la planta ya estaba operando y generando utilidades al momento de la ruptura, un dato que, de ser cierto, agravaría aún más la situación de Millfoods.
Esta versión, respaldada por documentación que, según ellos, demuestra el incumplimiento contractual por parte de Millfoods, añade una nueva capa de complejidad al conflicto. La pregunta clave es: ¿dónde están las autoridades reguladoras en todo esto? ¿Por qué no se ha intervenido para mediar en la disputa y asegurar que se respeten los derechos de los trabajadores? La falta de respuesta alimenta la sospecha de que existen intereses ocultos que protegen a la agroindustrial, dejando a los empleados en una situación de total vulnerabilidad.
Lo que resulta particularmente cínico es la insistencia de ambas partes en destacar sus certificaciones y la "calidad internacional" de sus procesos. Un discurso vacío que suena a burla para los proveedores que llevan meses esperando sus pagos y para los trabajadores que se ven obligados a recurrir a instancias legales para reclamar lo que les corresponde. Mientras las empresas se enorgullecen de su supuesto compromiso con la excelencia, la realidad en Salamanca pinta un cuadro muy diferente: familias que luchan por sobrevivir, proveedores al borde de la quiebra y una comunidad que observa con impotencia cómo se desmorona un proyecto que prometía prosperidad.
La alianza Millfoods-Grupo Modelo, inicialmente celebrada con bombos y platillos, se ha convertido en un ejemplo paradigmático de cómo la avaricia corporativa puede destruir vidas y comunidades. Los comunicados conjuntos y las fotografías que en su momento simbolizaban una "apuesta segura para el Bajío" ahora son un triste recordatorio de las promesas rotas y la falta de escrúpulos de quienes ostentan el poder. ¿Quién asumirá la responsabilidad por el daño causado? ¿Se hará justicia para los trabajadores y proveedores afectados? El tiempo dirá, pero la sombra de la duda y la desconfianza se cierne sobre Salamanca, dejando una profunda cicatriz en el tejido social y económico de la región. Este caso debe servir como una llamada de atención para las autoridades y para la sociedad en general: la búsqueda de la rentabilidad no puede justificar el atropello a los derechos laborales y la destrucción del tejido social.
Fuente: El Heraldo de México