
22 de agosto de 2025 a las 09:20
Corte Suprema: Limpieza profunda
Un nuevo amanecer se vislumbra en la Suprema Corte de Justicia de la Nación. La llegada de Hugo Aguilar Ortiz, el primer presidente indígena en la historia de la institución, marca un hito trascendental y promete una transformación profunda en el seno del Poder Judicial. Desde el simbolismo de la reapertura de la imponente puerta de bronce, adornada con la vibrante artesanía de Xochimilco, hasta la ancestral ceremonia de purificación a cargo de chamanes y líderes tradicionales, se respira un aire de renovación y un anhelo de reconexión con las raíces culturales de México. Este gesto, cargado de significado, busca transmitir un mensaje de apertura y diálogo, un compromiso con la justicia cercana al pueblo y respetuosa de la diversidad cultural.
Sin embargo, la solemnidad de los rituales ancestrales contrasta con la dura realidad que enfrenta la Corte. Miles de expedientes, algunos de crucial importancia para el futuro del país, aguardan en los anaqueles. Cuestiones electorales, fiscales y legales de vital trascendencia reclaman la atención inmediata de los nuevos ministros, quienes deberán sortear el laberinto burocrático con la presión de un tiempo que apremia. A esta compleja tarea se suma el desafío de operar con un poder acotado, producto de una reforma que ha redistribuido la influencia y el control del presupuesto. La creación del Órgano de Administración Judicial, con su intrincada composición y la pugna por el nombramiento de sus integrantes, añade un nuevo elemento de tensión a un escenario ya de por sí convulso.
La austeridad, convertida en mantra en los últimos tiempos, se ha traducido en recortes que rozan lo dramático. La imagen del racionamiento en el comedor de los empleados, con sus dos tortillas, un plato de sopa, un guisado solitario, un trozo de gelatina y dos servilletas, es un crudo recordatorio de las dificultades que enfrenta la institución. En este contexto de precariedad, la promesa de una justicia más cercana y justa para el pueblo de México se antoja un reto titánico.
Hugo Aguilar Ortiz, entre el aroma de las flores, la solemnidad de los bastones de mando y la frialdad de las cifras, tiene la enorme responsabilidad de liderar este proceso de transformación. ¿Será capaz de insuflar nueva vida a una institución debilitada? ¿Logrará trascender el simbolismo de los rituales y materializar la promesa de un Poder Judicial renovado? La mirada del país está puesta en él, expectante ante la posibilidad de un verdadero renacimiento o el riesgo de que todo quede en un mero acto ceremonial. Las palabras de la ministra Yasmín Esquivel resuenan con fuerza: "Si los nuevos jueces fallamos, falla la Reforma Judicial”. El futuro de la justicia en México pende de un hilo.
La historia de Evangelina López Guzmán, una mujer de 95 años que lleva más de una década esperando que se cumpla una sentencia a su favor tras su divorcio, pone de manifiesto la fragilidad del sistema judicial y su vulnerabilidad ante los intereses de las élites políticas y empresariales. La trama de jueces, funcionarios y abogados que han obstruido la justicia en su caso es un ejemplo paradigmático de las complicidades que han corroído la credibilidad del Poder Judicial. Los nuevos ministros tienen ante sí el desafío de romper con estas inercias y demostrar que la justicia no es un privilegio reservado para unos cuantos.
Finalmente, la anécdota del filósofo anónimo, con su irónica reflexión sobre el menú del comedor de la Corte, nos invita a cuestionar el verdadero significado de la austeridad republicana y su impacto en la vida de las personas. ¿Es acaso este el precio a pagar por una justicia renovada? La respuesta, sin duda, la escribirán los nuevos ministros con sus acciones y decisiones.
Fuente: El Heraldo de México