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22 de agosto de 2025 a las 14:10
CDMX: ¿Preparada para el Próximo Gran Sismo?
La Ciudad de México, una metrópoli vibrante y llena de historia, se asienta sobre un antiguo lago, un factor que, paradójicamente, la convierte en una de las zonas más vulnerables a los sismos en el país. A pesar de no ser el epicentro de la mayoría de los terremotos, la capital del país ha sufrido graves consecuencias por estos movimientos telúricos, como lo demuestran los eventos de 1985 y 2017. La razón principal de esta vulnerabilidad radica en la composición del suelo, principalmente blando en la zona centro, donde antiguamente se encontraba la parte más profunda del lago de Texcoco. Este tipo de suelo amplifica las ondas sísmicas, provocando una mayor intensidad del movimiento en la superficie.
Imaginen una gelatina que tiembla: esa es una analogía cercana a cómo se comporta el suelo blando de la CDMX durante un sismo. A diferencia de las zonas rocosas, como el Pedregal, al sur de la ciudad, donde el terreno firme ofrece mayor estabilidad, el centro de la capital "baila" al ritmo de las ondas sísmicas, poniendo en riesgo las estructuras construidas sobre él. Este fenómeno, sumado a la densidad poblacional y la concentración de edificios, aumenta considerablemente el riesgo de daños y colapsos.
El doctor Carlos Valdés González, investigador del Instituto de Geofísica de la UNAM, nos explica la importancia de comprender esta realidad geológica. "Lo que tenemos que entender es en dónde estamos y qué es lo que tendríamos que hacer para construir bien", afirma el experto. La construcción sobre este tipo de suelo requiere de normas rigurosas y una planificación adecuada para mitigar los riesgos. El Reglamento de Construcción de la CDMX, implementado después del sismo de 1985, contempla la zonificación sísmica y establece criterios específicos para las nuevas edificaciones. Sin embargo, el reto persiste con las construcciones preexistentes, especialmente en zonas como el Centro Histórico y la colonia Roma, donde muchos edificios antiguos no cumplen con las normativas actuales.
La responsabilidad, en estos casos, recae en los propietarios, quienes deben evaluar la seguridad de sus viviendas y considerar el reforzamiento de columnas y muros para aumentar la resistencia sísmica. "La pregunta es de quién es el edificio, la casa, quién lo construyó y quién es el propietario", puntualiza Valdés González, instando a la población a tomar conciencia de la importancia de la prevención. Contar con un seguro de vivienda es otra medida fundamental para proteger el patrimonio familiar ante la eventualidad de un sismo. Si bien su costo ha aumentado después de los eventos de 2017, sigue siendo una inversión crucial para evitar pérdidas irreparables.
El mantenimiento adecuado de las viviendas también juega un papel fundamental en la mitigación de riesgos. Revisar periódicamente la cimentación, las columnas y los muros, especialmente en zonas con alta humedad, es esencial para detectar posibles daños y realizar las reparaciones necesarias. La aparición de grietas, por ejemplo, no debe tomarse a la ligera. "Si ya tiene hasta polvo, quiere decir que son grietas viejas", explica Valdés González, señalando la importancia de observar y monitorear las estructuras para identificar zonas débiles.
Ante la constante amenaza sísmica, la preparación es clave. Realizar simulacros en hogares, centros de trabajo y escuelas es fundamental para saber cómo actuar durante un terremoto. Conocer las zonas de riesgo, identificar puntos seguros dentro de las viviendas y establecer un plan de evacuación familiar son medidas que pueden salvar vidas. El Atlas Nacional de Riesgos ofrece información detallada sobre las zonas de mayor vulnerabilidad, permitiendo a la población tomar decisiones informadas sobre su seguridad. Informarse, prepararse y actuar responsablemente son las claves para convivir con la realidad sísmica de la Ciudad de México y minimizar sus impactos.
Fuente: El Heraldo de México