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21 de agosto de 2025 a las 09:25

Renace tras 12 años

La sombra de Sir Alex Ferguson se alarga sobre Old Trafford, doce años después de su partida, como un espectro que recuerda la gloria perdida. Diez entrenadores han intentado ocupar su lugar, diez intentos fallidos de replicar una fórmula mágica que, al parecer, se fue con él. El Manchester United, antaño un gigante temido en toda Europa, se ha convertido en una sombra de sí mismo, un equipo vulnerable que se desmorona ante rivales que antes habrían temblado ante el rojo de sus camisetas. El escudo, antes símbolo de poderío, ahora parece pesar como una losa sobre los hombros de los jugadores.

El declive no es solo deportivo, es también anímico. A diferencia del equipo que dominaba con fiereza bajo el mando de Ferguson, el United actual juega con una desesperación palpable, una sensación de estar al borde del abismo incluso en el primer partido de la temporada. La intensidad que muestran en el campo no nace de la motivación o la confianza, sino de la presión asfixiante de una afición y una directiva hastiadas de la mediocridad. El reciente encuentro contra el Arsenal fue un ejemplo claro: los jugadores dejaron el alma en cada balón, no por amor a la camiseta, sino por la desesperación heredada, por el miedo al fracaso constante.

Esta desesperación, sin embargo, es un arma de doble filo. En lugar de impulsar la reconstrucción, la sabotea. La prisa por encontrar un sustituto a la altura de Ferguson ha llevado al club a tomar decisiones precipitadas, a apostar por entrenadores sin darles el tiempo necesario para construir un proyecto sólido. Como bien dijo Marcus Rashford, "para poder llevar a cabo una reconstrucción, primero es indispensable comenzarla" y, añadiríamos, tener la paciencia para completarla. El United, en su ansia por recuperar la gloria perdida, actúa como un ludópata que apuesta todo a una carta, sin una estrategia clara, movido por la desesperación.

Cada partido se vive como una apuesta a todo o nada, donde no solo está en juego el resultado, sino el legado de un club que ha pasado de ser el rey de Europa al hazmerreír de la Premier League. El escudo, antes intimidante, se ha convertido en un símbolo de decadencia, un recordatorio constante de lo que fueron y ya no son. Ni siquiera en sus mejores momentos logran inquietar a sus rivales más fuertes, la sombra del fracaso les persigue como un fantasma implacable.

El Manchester United se encuentra en caída libre desde hace más de una década, y este inicio de temporada no ofrece motivos para el optimismo. La desesperación se percibe en cada jugada, en cada gesto de los jugadores, en el rostro del entrenador. Cargan con el peso de la gloria perdida y la incertidumbre de un futuro incierto. La reconstrucción es necesaria, sí, pero requiere de tiempo, paciencia y, sobre todo, de una estrategia clara que vaya más allá de la desesperación y la apuesta impulsiva. El camino de regreso a la cima es largo y arduo, y el United debe decidir si está dispuesto a recorrerlo con la calma y la determinación que exige o si seguirá apostando a la desesperada, con el riesgo de perderlo todo en el intento.

Fuente: El Heraldo de México