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22 de agosto de 2025 a las 01:45
Niña abandonada en la Venustiano Carranza
La angustia resonaba entre las paredes del antiguo edificio en la colonia Aquiles Serdán. Un llanto infantil, persistente y desgarrador, escapaba de un departamento ubicado en la esquina de Bolívares y Jerusalén, perforando el silencio de la tarde y alertando a los vecinos. Don José, un hombre de 58 años, propietario del inmueble, no pudo ignorar más el desconsolado sollozo. Había rentado el departamento a una joven madre y su pequeña hija de tan solo cuatro años, pero desde hacía horas, el llanto de la niña se escuchaba sin la presencia reconfortante de una voz adulta. La preocupación se transformó en alarma. ¿Dónde estaba la madre? ¿Por qué dejar a una criatura tan vulnerable sola y a la merced de la incertidumbre?
Con un nudo en la garganta y el corazón latiéndole con fuerza, Don José decidió actuar. Llamó a las autoridades, a la Policía Auxiliar, explicando la situación con voz trémula. La imagen de la pequeña, sola y asustada, lo atormentaba. Los minutos se sentían como horas. Al llegar, los uniformados escucharon el llanto con claridad. Don José, con un duplicado de las llaves, les permitió el acceso al departamento. La escena que encontraron al abrir la puerta del baño les heló la sangre. La pequeña, de apenas cuatro años, estaba encerrada, sus ojos llenos de terror reflejaban la angustia que había soportado en soledad. El miedo la paralizaba.
Con paciencia y dulzura, los agentes comenzaron a hablarle a la niña, tratando de ganarse su confianza. Poco a poco, entre sollozos, la pequeña reveló que su madre la había dejado sola en el baño sin darle ninguna explicación, sin decirle a dónde iba ni cuándo regresaría. Un abandono inexplicable que dejaba un vacío enorme en el pequeño corazón de la niña.
De inmediato, paramédicos de Protección Civil llegaron al lugar para evaluar el estado de salud de la menor. Afortunadamente, confirmaron que se encontraba físicamente bien, sin lesiones visibles. Sin embargo, las heridas emocionales eran evidentes. Los agentes, conmovidos por la situación, le proporcionaron agua, alimento y la envolvieron en una manta, intentando brindarle un poco de consuelo y calor humano en medio de la incertidumbre.
Horas más tarde, en medio del caos y la angustia, apareció un hombre de 76 años, quien se identificó como el bisabuelo de la niña. Con voz entrecortada, explicó que su nieta, la madre de la menor, vivía en ese departamento con su pareja sentimental, pero que desde hacía cuatro días no sabía nada de ella. La incertidumbre se hacía aún más densa. ¿Dónde estaba la madre? ¿Qué motivos la habían llevado a abandonar a su hija? Las preguntas flotaban en el aire, sin respuesta.
Tanto la niña como su bisabuelo fueron trasladados a la Fiscalía de Investigación de Delitos Cometidos en Agravio de Niñas, Niños y Adolescentes (FIDCANNA). Allí, en un ambiente más seguro y protegido, se iniciaron las investigaciones para localizar a la madre y determinar la custodia de la menor. El peso de la ley, representado por el artículo 156 del Código Penal local, se cernía sobre la madre ausente. El abandono de personas incapaces, incluyendo menores, es un delito que puede conllevar hasta un año de prisión, y aún más si se demuestra negligencia grave o se pone en riesgo la vida del menor. La justicia buscaría respuestas, pero sobre todo, buscaría proteger el interés superior de la niña, garantizando su seguridad y bienestar. La pequeña, cuya infancia había sido marcada por este doloroso episodio, necesitaba recuperar la confianza y encontrar un hogar donde pudiera crecer rodeada de amor y protección. El camino sería largo, pero la esperanza, como una pequeña llama, seguía encendida.
Fuente: El Heraldo de México