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21 de agosto de 2025 a las 08:15

Mía Rubín: Ansiedad al aire

La presión del escenario, las luces cegadoras, el silencio expectante del público… y una voz interna que grita más fuerte que cualquier aplauso. Esa es la realidad que Mía Rubín, hija de dos figuras emblemáticas del espectáculo mexicano, ha decidido compartir con una valentía conmovedora. Su relato sobre el ataque de ansiedad que sufrió durante su participación en "Juego de Voces" no es solo una anécdota más del mundo del entretenimiento, sino un reflejo de la lucha interna que muchos jóvenes, y no tan jóvenes, enfrentan en un mundo hiperconectado y obsesionado con la imagen.

Crecer bajo el escrutinio público, ser "la hija de", construye una jaula de cristal. Una jaula que protege, sí, pero que también aísla y magnifica cada mirada, cada comentario. Mía lo describe como salir de esa "cajita de cristal" y enfrentarse a un torrente de opiniones, muchas de ellas cargadas de una crueldad innecesaria. No se trata solo de críticas a su talento, sino de ataques a su persona, a su forma de moverse, de expresarse. Comentarios aparentemente superficiales, como el de "caminar como gacela", se convierten en dardos que perforan la confianza y alimentan la inseguridad.

Imaginen la escena: una joven artista, apasionada por la música, parada frente a un micrófono, con el corazón latiéndole a mil por hora. No es el miedo escénico habitual, sino el terror paralizante de no ser suficiente, de no cumplir con las expectativas, tanto las propias como las impuestas por un público invisible pero omnipresente. Ese miedo la llevó a un punto de quiebre, a un ataque de ansiedad que le robó la voz, la dejó temblando y con lágrimas que no podía contener. En ese momento, la autoexigencia, ese motor que la había impulsado a superarse, se convirtió en su peor enemiga.

La historia de Mía no es un caso aislado. Es la historia de una generación que ha crecido con la presión de ser perfecta, de proyectar una imagen impecable en redes sociales, de alcanzar el éxito a cualquier costo. Una generación que a menudo se olvida de la importancia del autocuidado, de la compasión hacia uno mismo. Y es aquí donde radica la verdadera fuerza del testimonio de Mía: en su honestidad al reconocer su vulnerabilidad, al compartir su lucha interna sin tapujos.

Su experiencia nos invita a reflexionar sobre la cultura de la inmediatez y la exigencia en la que vivimos. Nos recuerda que detrás de las pantallas, de las fotos perfectas y las sonrisas brillantes, hay seres humanos con sus propias inseguridades y batallas internas. Y, sobre todo, nos anima a hablar abiertamente sobre la salud mental, a normalizar las conversaciones sobre la ansiedad y la depresión, a buscar ayuda cuando la necesitamos y a ofrecer apoyo a quienes nos rodean. El camino hacia la sanación no es fácil, pero el primer paso, el más valiente, es romper el silencio.

Fuente: El Heraldo de México