
21 de agosto de 2025 a las 20:10
Chávez Jr. presenció asesinato de Arellano Félix
La sombra del crimen organizado se cierne nuevamente sobre la dinastía Chávez, dejando una estela de interrogantes y reviviendo episodios oscuros del pasado. La reciente vinculación a proceso de Julio César Chávez Jr. por tráfico de armas y delincuencia organizada en plataformas digitales, nos obliga a recordar el asesinato de Francisco Rafael Arellano Félix, “Pancho”, un evento que marcó un hito en la historia del narcotráfico en México y que, sorprendentemente, entrelaza el nombre de otro de los hijos del legendario boxeador con el mundo criminal.
Más allá de las acusaciones contra “El Junior”, que lo señalan como una amenaza para la seguridad pública y presunto miembro activo del Cartel de Sinaloa, la historia familiar revela un patrón preocupante. El caso de Omar Chávez, testigo presencial del asesinato de Arellano Félix, nos sumerge en una trama digna de una película de suspenso. Imaginen la escena: un salón de fiestas exclusivo en Cabo San Lucas, la élite de Baja California Sur reunida para celebrar el cumpleaños número 63 de uno de los fundadores del Cartel de Tijuana. Entre las celebridades de la farándula, la política y el deporte, se encontraba Omar, el “Químico” o “El Terremoto”, invitado a la celebración por el propio “Pancho”, a quien conoció, según sus declaraciones, a través de su padre, el “Gran Campeón Mexicano”.
La noche, que prometía ser de festejo, se tiñó de rojo. En medio de la música y el bullicio, un sicario disfrazado de payaso irrumpe en la escena y dispara a quemarropa contra Arellano Félix. El caos se desata, la gente corre en busca de refugio, y Omar Chávez, en primera fila del macabro espectáculo, se convierte en un testigo clave del crimen.
Según el semanario Zeta de Tijuana, Omar declaró que se disponía a despedirse del festejado cuando se produjeron los disparos. El pánico lo obligó a buscar refugio en el patio trasero del salón, la misma ruta de escape que tomó el sicario. En medio del caos, "El Terremoto" se tiró al piso, esperando que la tormenta de violencia pasara. Una vez que el peligro cesó, pidió "ride" a un invitado no identificado, abandonando la escena del crimen.
Aunque Omar Chávez no enfrentó cargos legales tras su declaración, las sospechas nunca se disiparon por completo. Algunos lo señalaron como una pieza involuntaria en el engranaje del crimen, sugiriendo que pudo haber filtrado información sobre la fiesta a personas vinculadas al Cartel de Sinaloa, lo que habría facilitado la ejecución del atentado. Sin embargo, estas acusaciones nunca se confirmaron, quedando como una mancha oscura en la historia del joven boxeador.
La historia de la familia Chávez nos presenta una paradoja: el éxito deportivo y el reconocimiento internacional por un lado, y la sombra del narcotráfico y la violencia por el otro. ¿Casualidad? ¿Malas compañías? ¿O algo más profundo? La vinculación de dos de los hijos del campeón con figuras del crimen organizado plantea interrogantes inquietantes sobre las redes de poder y las influencias que se tejen en el mundo del deporte y el espectáculo. ¿Hasta dónde llega la influencia del narcotráfico en la sociedad mexicana? ¿Y qué papel juegan, consciente o inconscientemente, aquellos que se mueven en las órbitas del poder y la fama? El caso Chávez nos invita a reflexionar sobre la complejidad del contexto social mexicano y las consecuencias de la cercanía con el mundo criminal, un mundo que, como un payaso siniestro, puede irrumpir en la fiesta en cualquier momento y cambiar el destino de las personas para siempre.
Fuente: El Heraldo de México