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20 de agosto de 2025 a las 09:10

Lujo en la 4T: ¿Contradicción o realidad?

La austeridad, esa vieja compañera de ruta de la izquierda, parece estar mudando de piel. Donde antes reinaba la discreción, hoy se despliega un abanico de marcas, un escaparate de lujo que brilla bajo el sol de la Cuarta Transformación. Recuerdo las conversaciones familiares, impregnadas de un anti-clasismo férreo, donde exhibir la marca de la ropa se consideraba una auténtica "najayotada". Ahora, ese término, tan arraigado en mi memoria, parece un eco lejano, un susurro ahogado por el tintineo de los relojes suizos y el brillo de las hebillas doradas.

Es fascinante observar esta transformación. Los pies, antes escondidos en un calzado modesto, ahora se calzan con chanclas de diseñador, donde las dos "G" se miran frente a frente, desafiantes. Los mocasines de precios exorbitantes asoman bajo los shorts, y las bolsas, ya sean masculinas o femeninas, gritan su origen francés a los cuatro vientos. Hasta las gorras se han convertido en lienzos donde se proyectan los logros de la 4T, un Milán trasplantado a la realidad mexicana. Y sí, lo confieso, siento una extraña emoción al presenciar este desfile.

Es como si la victoria se tradujera en un premio de lotería, un "nos ganamos Valle Dorado" colectivo. "Ganamos", proclaman las marcas, "y la revolución, por fin, nos hace justicia". Falta ver el despliegue automovilístico, aunque preveo su inminente llegada. Recuerdo a los diputados, a quienes, años atrás, les habrían arrojado las Hummer en la cara a la burguesía. Quizás las Hummer ya no estén de moda, pero algo encontraremos, o, mejor aún, las relanzaremos. ¿Por qué no?

Pero no se trata solo de un trofeo, de un símbolo de triunfo. Es también una forma de mimetizarse con el "pueblo bueno", de tejer lazos de identidad con los nuestros, con los líderes del Crimen Organizado, ese "pueblo bueno en armas" que, de alguna manera, forma parte de nuestro movimiento. Con el boxeador retirado que busca un hueco en el sector Deportes, con el empresario gasolinero que aspira a ser proveedor del gobierno, con el líder sindical, figura omnipresente en este escenario.

Motivado por esta nueva ola, revisé mi armario, buscando alguna prenda que me permitiera unirme a la fiesta, algo que pudiera lucir bajo la bata durante mi almuerzo en Masaryk, una "X" dorada, quizás, que proclamara mi pertenencia a la 4T. Pero no encontré nada. Solo ropa modesta, de entre quinientos y mil pesos. Así que, resignado, llamé a mi esposa: "Hay que ir de compras", le dije. "Saca la American Express, porque si no hay marca, no hay revolución". No me llamó "najayotazo", la educación familiar se lo impidió, pero su mirada lo dijo todo, mientras pronunciaba la sentencia inapelable: "Estamos muy gastados".

Y sí, la verdad, estamos muy gastados. Ni siquiera nos alcanza para los outlets del corredor Tollocan. El fin de semana recorreré los tianguis de ropa de paca que recomienda mi querida Clara, buscando alguna ganga, algo que se ajuste a los precios del Bienestar. Aunque, siendo sinceros, no soy muy optimista. La revolución del lujo tiene un precio, y parece que, por ahora, nos queda grande.

Fuente: El Heraldo de México