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20 de agosto de 2025 a las 09:10

La furia de AMLO

La tranquilidad de Palenque, Chiapas, parece no ser suficiente para apaciguar el ánimo del expresidente. Un malestar palpable se ha instalado en él, una sensación de pérdida de control que contrasta drásticamente con el poder absoluto que ejerció durante su sexenio. Quienes han tenido la oportunidad de acercarse a él en las últimas semanas, lo describen como alguien "no de buenas", una expresión coloquial que revela la profunda irritación que lo embarga.

No se trata de simples coincidencias. El cerco que se estrecha alrededor de su círculo más íntimo, las acusaciones que se multiplican, los dardos que se lanzan desde diversos flancos, todo apunta a una estrategia orquestada que amenaza con desmantelar su legado y minar su influencia. Y el epicentro de esta tormenta, el origen de su creciente desazón, parece estar al otro lado de la frontera, en los Estados Unidos. Desde allí se alimenta un discurso cada vez más insistente sobre los supuestos nexos entre figuras clave de su gobierno y el crimen organizado. Demasiadas señales apuntan en la misma dirección, demasiadas coincidencias para ser ignoradas.

El caso de 'Andy', a quien el expresidente veía como su heredero político, es un ejemplo paradigmático de esta ofensiva. Las revelaciones y acusaciones que lo han salpicado provienen, paradójicamente, del interior de la propia 4T, una clara muestra de las fracturas y luchas internas que se libran en el seno del movimiento. Y a este escenario se suma la crisis desatada por el viaje de su hijo a Tokio, un episodio que ha puesto en evidencia la contradicción entre el discurso de austeridad y la realidad de una vida marcada por los excesos. La opulencia del hotel Okura, la cena de 47 mil pesos, el room service de 8 mil 400 pesos, son detalles que han alimentado la indignación pública y han dejado al descubierto una hipocresía que resulta, cuanto menos, obscena.

Pero la desgracia del heredero no es un hecho aislado. En las últimas semanas, una serie de escándalos han sacudido el entorno familiar del expresidente. La solicitud de residencia en España por parte de su esposa, Beatriz Gutiérrez, los rumores sobre su posible traslado a Madrid junto a su hijo Jesús Ernesto, las vacaciones de este último en Europa, las fotografías de José Ramón en el exclusivo Vidanta de la Riviera Maya, son piezas de un rompecabezas que dibujan un panorama de privilegios y contradicciones. Si bien Beatriz Gutiérrez ha negado la información sobre su solicitud de residencia, la sombra de la duda persiste, alimentando las especulaciones y generando un clima de desconfianza.

Y como si esto fuera poco, dos de sus excolaboradores más cercanos también se encuentran en el ojo del huracán. Adán Augusto López, su operador político, se ve envuelto en una tormenta de acusaciones por sus supuestos vínculos con Hernán Bermúdez Requena y el narcotráfico. Mientras tanto, Alfonso Romo, su operador financiero, enfrenta las consecuencias de las sanciones impuestas por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos a su Casa de Bolsa, Vector, por presunto lavado de dinero para los cárteles de la droga.

En esta disputa interna dentro de la 4T, el expresidente y su círculo más cercano parecen estar llevando la peor parte. Su margen de maniobra se reduce, su poder se diluye, su influencia se desvanece. Y en el horizonte se vislumbran nuevos nubarrones: señalamientos directos desde Estados Unidos por vínculos con el crimen organizado, movimientos en el gabinete que podrían mermar aún más su poder, una presidenta que ha decidido tomar las riendas y ejercer el poder con firmeza.

El expresidente está molesto, sí. Pero la pregunta que queda en el aire es: ¿se quedará de brazos cruzados, observando cómo se desmorona todo lo que construyó? ¿O saldrá a defender lo que considera suyo, aunque eso implique un choque frontal con el nuevo orden establecido? El tiempo dirá.

Fuente: El Heraldo de México