
20 de agosto de 2025 a las 23:55
Ganado inocente: Víctimas de minas en Michoacán
La sombra de la violencia se extiende sobre Tierra Caliente, dejando una estela de muerte y destrucción que no discrimina entre seres humanos y animales. El eco de las explosiones, que ayer cobró la vida de un sargento del Ejército, resuena hoy en los campos, donde el ganado pasta ajeno al peligro que acecha bajo la tierra. Un escenario dantesco se presenta ante los ojos de los ganaderos: animales mutilados, vísceras esparcidas, el silencio roto por el lamento del ganado herido. Más allá del impacto económico, estas pérdidas representan un golpe directo al corazón de las familias que dependen de la ganadería, su sustento y su forma de vida.
No se trata solo de números, de una docena de cabezas de ganado perdidas. Cada animal representa una inversión, un esfuerzo, una historia familiar ligada a la tierra. Imaginen la angustia del ganadero que, al recorrer sus tierras, se encuentra con la macabra escena: un becerro, promesa de futuro, destrozado por una mina. La impotencia se refleja en su voz, en la crudeza de sus palabras al documentar la tragedia. "Chulada de becerrito", dice con un dejo de tristeza e indignación, mientras la cámara muestra la crueldad de la guerra que se libra en sus campos.
La vaca herida, a la que la explosión le arrancó una pata, se convierte en un símbolo de la resistencia, de la lucha por la supervivencia en un entorno hostil. El ganadero, con pragmatismo doloroso, pregunta quién le comprará el animal, intentando rescatar algo en medio de la devastación. Su pregunta no es solo una transacción comercial, es un grito desesperado en un contexto donde la vida y la muerte se juegan a diario.
La presencia de explosivos improvisados transforma el paisaje en un campo minado, una trampa mortal para animales y personas. La tierra, fuente de vida y sustento, se convierte en una amenaza constante. El miedo se instala en la comunidad, limitando el libre tránsito, cercenando la tranquilidad y la posibilidad de un futuro próspero.
El hallazgo de cables que conducen a otros artefactos explosivos revela la magnitud del problema. La intervención del Ejército, aunque crucial, no parece suficiente para contener la ola de violencia. El estallido posterior, que acaba con la vida de otra becerra, confirma la persistencia del peligro. La pregunta que queda en el aire es ¿cuántas vidas más se cobrará esta guerra silenciosa? ¿Hasta cuándo los campos de Tierra Caliente seguirán siendo escenario de muerte y destrucción? Es urgente una respuesta, una acción contundente que devuelva la paz y la tranquilidad a esta región azotada por la violencia. La vida de las personas y, también, la de los animales, depende de ello.
Fuente: El Heraldo de México