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21 de agosto de 2025 a las 02:35

El precio secreto de los narcocorridos

La trágica muerte de Ernesto Barajas, voz y líder de Enigma Norteño, ha sacudido al mundo de la música regional mexicana y reavivado la polémica en torno a los narcocorridos. Su asesinato no solo silencia una voz, sino que amplifica las interrogantes sobre los peligros inherentes a un género musical que a menudo camina por la delgada línea entre la crónica y la complicidad. Barajas, en vida, ofreció una mirada inusualmente franca a este mundo opaco. Sus declaraciones, hoy cobran una nueva dimensión, revelando la intrincada red de encargos, negociaciones y riesgos que se tejen detrás de cada canción.

Recordemos sus palabras, donde detallaba con precisión casi quirúrgica el proceso de creación de un narcocorrido, desde la llamada inicial a la oficina, hasta la entrega final del producto, pasando por la negociación del precio, fijado en la considerable suma de 25 mil dólares. Una cifra que, por sí sola, habla del poder económico que se mueve en este submundo. Imaginemos la escena: el teléfono suena en la oficina de Enigma Norteño, una voz anónima del otro lado solicita un corrido, se pregunta por el costo. Barajas, con la frialdad de un profesional, establece el precio. Un trámite aparentemente sencillo, pero cargado de implicaciones.

Él mismo admitía que no siempre tenía control sobre los encargos. En ocasiones, la solicitud llegaba directamente a él, sin intermediarios, una situación que sin duda aumentaba la presión. ¿Cómo negarse a un encargo de esa naturaleza? ¿Cuáles serían las consecuencias de una negativa? Preguntas que ahora, tras su asesinato, resuenan con mayor fuerza.

Barajas se presentaba como un cronista, alguien que narraba historias, que ponía música a las vidas, a menudo violentas, de figuras del narcotráfico. Insistía en la importancia del respeto, en no ofender a los "otros bandos", como una especie de código de conducta no escrito para sobrevivir en ese ambiente. Hablaba de encuentros esporádicos en fiestas, de saludos enviados a "los muchachos", de mensajes indirectos alabando la calidad del corrido. Una distancia prudencial, una línea que intentaba mantener para salvaguardar su integridad.

Sin embargo, la realidad demostró que esa línea a veces se desdibujaba, que la distancia no siempre era suficiente. Las amenazas del CJNG en 2023, materializadas en una narcomanta acusándolos de tener vínculos con el Cártel de Sinaloa, son un testimonio elocuente del peligro latente. La cancelación de una presentación fue solo un aviso, una sombra que se alargaba sobre el grupo.

Barajas era consciente del riesgo. Sabía que revelar información sin autorización podía tener consecuencias fatales. "Podrías estar dando pistas a las autoridades", advertía. Una frase premonitoria que hoy cobra un significado trágico. El proceso de autorización, tan cuidadosamente descrito por él mismo, se convierte en una pieza clave para entender la complejidad de este mundo. Un mundo donde la música y la violencia se entrelazan en una danza macabra.

Su asesinato, a los 38 años, en un estacionamiento de Zapopan, deja un vacío en Enigma Norteño y muchas preguntas sin respuesta. ¿Fue un ajuste de cuentas? ¿Una venganza? ¿El resultado de una línea cruzada, de una palabra de más? Las autoridades investigan, pero la verdad, como suele ocurrir en estos casos, puede que nunca salga completamente a la luz.

Lo que sí queda claro es que la muerte de Ernesto Barajas es un recordatorio brutal de los riesgos que corren quienes se dedican a este género musical. Un género que, a pesar de su popularidad, sigue envuelto en la controversia y la tragedia. La música de Enigma Norteño seguirá sonando, pero la voz de Barajas se ha apagado para siempre, dejando un silencio que habla más fuerte que cualquier canción.

Fuente: El Heraldo de México