
20 de agosto de 2025 a las 09:40
El dinero no compra salud (mental)
La angustia que aprieta el pecho ante la incertidumbre financiera no es una simple metáfora, es una realidad fisiológica que afecta directamente a la salud cardiovascular. Imaginen la presión constante de no saber si podrán alimentar a sus familias, pagar la renta o costear un medicamento vital. Esa preocupación no solo roba el sueño, sino que, como confirma un reciente estudio publicado en Atherosclerosis, inflama el cuerpo, desequilibra el metabolismo y aumenta dramáticamente el riesgo de infarto, enfermedad coronaria e incluso insuficiencia cardiaca. De hecho, quienes viven bajo estrés financiero crónico pueden tener hasta cinco veces más probabilidades de desarrollar esta última. Y en México, donde la informalidad laboral abarca a más de la mitad de la fuerza trabajadora, según datos del INEGI, esta realidad se traduce en millones de familias que luchan día a día contra la precariedad, no solo económica, sino también de salud.
En un país donde la obesidad abdominal y la diabetes tipo 2 ya son consideradas epidemias, la presión financiera actúa como un catalizador, agravando aún más el panorama. Es como añadir leña al fuego de una crisis sanitaria ya existente. Pensar en la salud cardiovascular sin considerar el factor económico es como tratar un síntoma sin abordar la raíz del problema.
¿Qué podemos hacer? La respuesta no se encuentra únicamente en las pastillas o las rutinas de ejercicio, aunque estas son importantes. Necesitamos un enfoque integral que aborde la salud financiera como un componente fundamental del bienestar general. Imaginen que, al igual que medimos la presión arterial o los niveles de glucosa, también evaluáramos el estrés financiero en las consultas médicas. Este sería un primer paso para visibilizar un problema a menudo silenciado.
En comunidades vulnerables, donde la precariedad es una constante, la combinación de programas de educación financiera básica con iniciativas de salud preventiva podría marcar una diferencia significativa. Enseñar a las familias a administrar sus recursos, a planificar sus gastos y a acceder a servicios financieros justos, no solo les empodera económicamente, sino que también protege su salud.
La formación de los profesionales de la salud también es crucial. Los médicos deben estar capacitados para escuchar más allá de los síntomas físicos, para indagar sobre la situación económica de sus pacientes sin temor a la indiscreción. Reconocer el estrés financiero como un factor de riesgo real es fundamental para brindar una atención integral y efectiva.
Finalmente, es indispensable impulsar políticas públicas que reduzcan la informalidad laboral, fortalezcan la seguridad social y promuevan la estabilidad económica. Estas medidas no solo impactan en el bolsillo de las familias, sino que también contribuyen a prevenir enfermedades cardiovasculares y a construir un futuro más saludable para todos.
La cardiología del futuro en México debe ir más allá de los consultorios y los hospitales. Debe adentrarse en las casas, en las comunidades, en las realidades cotidianas de las familias que luchan por sobrevivir. Porque un corazón sano no solo late al ritmo de una buena alimentación y el ejercicio regular, sino también al ritmo de la tranquilidad económica y la seguridad de un futuro estable. Aliviar la presión del monedero es, en muchos casos, la mejor medicina para un corazón en riesgo.
Fuente: El Heraldo de México