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19 de agosto de 2025 a las 06:05

¿Tiempo extra en la mesa? ¡El debate está servido!

La sobremesa, ese momento de charla relajada y distendida después de una comida o unas copas, forma parte de nuestra cultura. Es un ritual social, un espacio para conectar, compartir y disfrutar de la compañía. Sin embargo, este placer tan arraigado se ha convertido en un dilema para muchos establecimientos hosteleros, especialmente en horas punta o en locales con aforo limitado. ¿Hasta qué punto la sobremesa deja de ser un derecho del cliente para convertirse en un perjuicio para el negocio? El debate se ha encendido en España tras la decisión de un bar de implementar un cargo extra por tiempo adicional en mesa después de haber finalizado el consumo.

La medida, como era de esperar, ha generado una oleada de reacciones, dividiendo a la opinión pública. Para algunos, se trata de una práctica abusiva, un atentado contra la tradición y una forma de presionar al cliente. Argumentan que la sobremesa es una parte intrínseca de la experiencia gastronómica, y que penalizarla económicamente desincentiva el consumo y crea un ambiente incómodo. "¿Acaso nos van a cronometrar mientras disfrutamos de una conversación?", se preguntan indignados. "Es como si nos estuvieran echando a la calle".

Por otro lado, muchos comprenden la postura del establecimiento. En un sector tan competitivo como el de la hostelería, la rentabilidad es crucial. Mantener una mesa ocupada por clientes que ya no consumen supone una pérdida de ingresos, especialmente cuando hay gente esperando. "Es una cuestión de lógica empresarial", defienden. "Si una mesa está generando cero ingresos, mientras otros clientes potenciales están esperando para consumir, el negocio pierde dinero". Añaden que, en última instancia, el objetivo del bar es ofrecer un servicio y obtener un beneficio, y que la medida, aunque impopular, es necesaria para garantizar la viabilidad del negocio.

El caso pone de manifiesto la compleja relación entre la satisfacción del cliente y la rentabilidad del negocio. Encontrar un equilibrio que beneficie a ambas partes es el gran reto. Mientras algunos proponen alternativas, como la implementación de un consumo mínimo por tiempo o la reserva de mesas con franjas horarias preestablecidas, otros defienden la libertad del cliente para disfrutar de la sobremesa sin presiones. Incluso se plantea la posibilidad de que la cultura de la sobremesa tenga que adaptarse a las nuevas realidades del sector.

Más allá del debate económico, subyace una cuestión cultural. La sobremesa forma parte de nuestra identidad, de nuestra forma de socializar. ¿Estamos dispuestos a renunciar a ella en aras de la eficiencia y la rentabilidad? ¿O debemos buscar soluciones creativas que permitan preservar esta tradición sin perjudicar a los negocios? El debate está servido, y la respuesta, como la buena sobremesa, requiere tiempo y reflexión. Mientras tanto, el tic-tac del reloj sigue sonando en las mesas de los bares, recordándonos que el tiempo, como el espacio en un restaurante, es un bien preciado. La pregunta sigue en el aire: ¿Cuánto vale realmente una buena sobremesa?

Fuente: El Heraldo de México