
19 de agosto de 2025 a las 09:30
Protege tu hogar
Imaginen llegar a un país desconocido, huyendo de la sombra del fascismo, y encontrar no solo refugio, sino una revelación. Eso le sucedió a Ruth D. Lechuga en México. No encontró simplemente un lugar seguro, sino un crisol de arte vibrante, un arte que no se limitaba a las paredes de los museos, sino que latía en las manos de mujeres artesanas, manos que hilaban historias, moldeaban tradiciones y tallaban un legado sin la pretensión de la grandilocuencia académica. Ruth, con una sensibilidad excepcional, comprendió que esas manos estaban tejiendo la verdadera historia del país, una historia que se contaba en los colores de los textiles, en la textura del barro, en la delicadeza de los bordados.
Durante décadas, Ruth recorrió el país, cámara en mano, como una etnógrafa silenciosa, documentando danzas que contaban leyendas, procesiones que revelaban la profunda espiritualidad de un pueblo y oficios que se transmitían de generación en generación como un tesoro invaluable. No coleccionaba simplemente "artesanías", como despectivamente las llamaban algunos; ella rescataba fragmentos de la identidad mexicana, piezas que conformaban un rompecabezas cultural de una riqueza inimaginable. Su archivo, un verdadero tesoro nacional, compuesto por más de 10,000 piezas y 20,000 fotografías, no es solo una colección, es un testimonio vivo de la creatividad y la resistencia de un pueblo.
En una época en que la antropología, la museografía y la investigación de campo eran territorios dominados por hombres, Ruth se adentró con valentía y determinación. Negoció con autoridades, se ganó la confianza de comunidades y documentó lo invisible para muchos. Su enfoque, profundamente respetuoso y ético, se adelantaba a su tiempo. Hoy lo reconocemos como una mirada feminista, una mirada que daba voz y visibilidad a las mujeres artesanas, reconociendo su talento y la importancia de sus saberes. Ruth entendía que esos tejidos, bordados y cerámicas no eran meros objetos decorativos, sino expresiones artísticas tan valiosas como cualquier obra de caballete, manifestaciones de una creatividad que florecía fuera de los confines académicos.
En un contexto donde la autoría femenina se cuestionaba y lo popular se menospreciaba, Ruth defendió con firmeza ambas causas: la del arte creado por mujeres y la del arte que nacía de la raíz, del corazón mismo del pueblo. Su legado trasciende lo material; es una lección política, una lección de resistencia. Preservar, en su visión, era un acto de rebeldía, una forma de asegurar que las voces silenciadas fueran escuchadas. Y su resistencia, al igual que su mirada, fue paciente, obstinada y lúcida.
Hoy, el Museo Franz Mayer alberga gran parte de este invaluable legado. No se trata de una colección estática, relegada al olvido en las bodegas de un museo. El Franz Mayer ha asumido la responsabilidad de mantener vivo el espíritu de Ruth, exhibiendo sus piezas de forma rotativa, promoviendo investigaciones y organizando talleres que invitan a redescubrir el arte popular, no como un vestigio folclórico, sino como una fuerza creativa vigente, una fuente de inspiración inagotable.
El museo no solo custodia las piezas, sino que narra la historia de Ruth, le otorga el lugar que merece en la memoria cultural del país. Entre vitrinas y cédulas informativas, Ruth continúa dialogando con los visitantes, recordándonos que el arte popular es un espejo de identidad, un reflejo del alma de un pueblo. Y al igual que las mujeres que lo crean, necesita ser visto, valorado y protegido.
En un mundo cada vez más homogéneo, donde la uniformidad amenaza con aplastar la diversidad, el legado de Ruth D. Lechuga se erige como un recordatorio incómodo, una llamada de atención. Si permitimos que el arte popular desaparezca, no solo perdemos objetos, perdemos lenguajes, historias y formas de resistencia. La memoria no se hereda, se construye, se cuida, se nombra y se defiende, como lo hizo Ruth. Porque lo que no se preserva, se olvida. Y lo que se olvida, deja de existir.
Fuente: El Heraldo de México