
19 de agosto de 2025 a las 23:50
Ponle nombre de coche a tu hijo: ¿legal en México?
La elección de un nombre para un hijo siempre ha sido un tema fascinante, un acto cargado de simbolismo y esperanza. En él se proyectan los sueños de los padres, sus valores e incluso sus pasiones. Mientras que antaño la tradición familiar o la religión eran las principales fuentes de inspiración, hoy en día la gama de posibilidades se ha expandido de forma exponencial. Desde la mitología griega hasta la ciencia ficción, pasando por la naturaleza y la cultura pop, todo parece ser un terreno fértil para encontrar el nombre perfecto. Y dentro de esta explosión de creatividad, el mundo del motor, con su aura de velocidad, tecnología y diseño, también ha empezado a asomar tímidamente.
Imaginen a un pequeño "Enzo" corriendo por el parque, un nombre que evoca la pasión y la elegancia del fundador de Ferrari. O una niña llamada "Tesla", con la promesa de la innovación y la vanguardia resonando en cada sílaba. ¿Excentricidad? Quizás. ¿Originalidad? Sin duda. Lo cierto es que estos nombres, inspirados en marcas de automóviles, abren un debate interesante sobre los límites de la libertad individual a la hora de nombrar a nuestros hijos.
Mientras que algunos podrían verlos como una extravagancia innecesaria, incluso una forma de publicidad encubierta, otros argumentan que se trata simplemente de una manifestación más de la cultura popular en la que vivimos. Al fin y al cabo, ¿acaso no hay nombres inspirados en personajes literarios, deidades mitológicas o incluso lugares geográficos? La línea que separa lo tradicional de lo moderno, lo aceptable de lo cuestionable, es cada vez más difusa.
En México, la legislación en torno a la elección de nombres es, curiosamente, bastante permisiva. No existe una lista negra de nombres prohibidos, lo cual deja un amplio margen de maniobra a los padres. Si bien el juez del Registro Civil puede hacer una recomendación en caso de considerar un nombre "inadecuado", la decisión final recae en los progenitores. Esto nos lleva a preguntarnos: ¿dónde está el límite? ¿Es responsabilidad del Estado velar por el bienestar futuro del niño, protegiéndolo de posibles burlas o discriminación debido a su nombre? O, por el contrario, ¿se trata de una intromisión en la libertad individual de los padres?
La respuesta, como suele suceder, no es sencilla. Por un lado, es comprensible el deseo de los padres de dotar a sus hijos de un nombre único y significativo. Por otro, es importante considerar el impacto que esa elección puede tener en la vida del niño. Un nombre inusual puede ser una fuente de orgullo y distinción, pero también puede convertirse en una carga, una etiqueta que lo acompañe para siempre. El equilibrio, como en tantas otras cosas, es la clave. Y quizás, en este caso, la clave reside en el diálogo, en la reflexión y en la empatía. Pensar no solo en lo que el nombre significa para nosotros, sino también en lo que significará para nuestro hijo a lo largo de su vida.
La tendencia de nombrar a los hijos con nombres inspirados en marcas de coches es, sin duda, un fenómeno minoritario. Sin embargo, su sola existencia nos invita a reflexionar sobre la evolución de las costumbres, la influencia de la cultura popular y los límites de la libertad individual en una sociedad cada vez más compleja y diversa. ¿Será una moda pasajera? ¿O se consolidará como una opción más dentro del amplio abanico de posibilidades a la hora de elegir un nombre? Solo el tiempo lo dirá.
Fuente: El Heraldo de México