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19 de agosto de 2025 a las 10:40
¿Paz o nuevas fronteras?
La imagen de Donald Trump estrechando la mano primero de Vladimir Putin y luego de Volodimir Zelenski ha dado la vuelta al mundo, dejando una sensación agridulce y un mar de interrogantes. ¿Es realmente Trump el pacificador que pretende ser o simplemente un oportunista buscando la gloria? ¿Putin, el invasor, ha salido ganando en este complejo juego de ajedrez geopolítico? ¿Y qué queda para Ucrania, el país invadido, y para sus aliados europeos, aparentemente relegados a un segundo plano?
Analicemos con frialdad la situación. Tres años y medio de guerra han dejado un saldo devastador: cientos de miles de vidas perdidas, una destrucción económica inconmensurable y un estancamiento militar que parece no tener fin. Si bien Rusia ha logrado controlar una porción del territorio ucraniano, el costo ha sido exorbitante. Y en medio de este panorama desolador, surge la figura de Trump, buscando capitalizar el conflicto para su propio beneficio político.
Es innegable la ambición de Trump por obtener el Premio Nobel de la Paz, un galardón que, para su frustración, ya ostenta Barack Obama. Su afinidad con Putin es conocida, pero ahora busca ir más allá, presentándose como el único capaz de lograr lo que los líderes europeos no han podido: una solución al conflicto. Su desdén por Zelenski, por otro lado, es palpable.
Putin, por su parte, parece haber consolidado su posición. Su única concesión ha sido aceptar una reunión con Zelenski, sin comprometerse a nada y manteniendo sus exigencias territoriales. La población rusofila en las regiones orientales de Ucrania juega un papel crucial en su estrategia, y lo sabe.
La posición de los aliados europeos es, quizás, la más lamentable. Tras años de apoyo a Ucrania, se han visto reducidos a meros espectadores, aplaudiendo las gestiones de Trump y agradeciendo su intervención. Una muestra clara de la pérdida de influencia de Europa en el escenario internacional.
Ucrania, por su parte, se enfrenta a una realidad amarga. Sus aliados europeos parecen haber perdido fuerza, su apoyo en Estados Unidos se tambalea y la presión para ceder ante las exigencias de Putin y Trump aumenta. La fallida ofensiva militar y la torpe gestión diplomática le están pasando factura.
En definitiva, el panorama es desolador. El agresor, en violación del derecho internacional, parece estar logrando sus objetivos. Y este, lamentablemente, no es un caso aislado en el mundo convulso en el que vivimos. La búsqueda de la paz se convierte en un juego de intereses políticos, donde la justicia y el respeto al derecho internacional parecen quedar relegados a un segundo plano. La pregunta que queda en el aire es: ¿a qué precio se alcanzará la paz, y quién pagará el precio más alto? El futuro de Ucrania, y quizás el equilibrio geopolítico mundial, dependen de la respuesta.
Fuente: El Heraldo de México